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Mostrando entradas de marzo, 2019

Las Aventuras de Arturo Márquez; El Atraco de Franccesco #1

  La mañana había comenzado seca y sin apenas viento. Las luces de las farolas todavía estaban en funcionamiento a las siete y, contra su voluntad, algunos vecinos salían de sus casas a trabajar. Como todos los días, ante las náuseas matutinas, cogí un cigarrillo de mi pitillera y me asomé a la ventana, en busca de alguna cara familiar.   Los Rodríguez, los vecinos de enfrente, solían comenzar la mañana con una fuerte discusión que, o bien terminaba con alguno de los dos marchándose a casa de sus padres para luego volver a la noche arrepentido, o solucionándola con un triste beso sin razón de ser. Cuando la señora Rodríguez se marchó, siempre después de su marido (solo ella sabría por qué), apareció Adolfito al final de la calle con su mochila de vagabundo a las espaldas. Iba de basura en basura en busca de algo que le pudiera ser útil en su vida callejera. Con el paso de los años se le había llenado el pelo de canas y la piel curtido por el sol.         —    ¿Qué tal se encu

La Chica del Teléfono (Guión Literario)

EXT. CALLE / FRENTE A LA BIBLIOTECA - DÍA ERNESTO (diecisiete años, estatura media) mira nervioso junto a LAURA (diecisiete años, estatura baja) y RODRIGO (diecisiete años, estatura media), a través de las ventanas, el interior de la biblioteca. Se ven estudiantes moviéndose de un lado para otro en la entrada y, en las salas de estudio, muchas personas sentadas atentas a sus libros de texto. ERNESTO Pues aquí estamos…, parece muy bonita la biblioteca Laura ¿Entramos? ERNESTO Sí, eso mismo pienso yo, tiene unos colores muy vivos Laura ¡Ernesto! Vinimos aquí para estudiar RODRIGO (Rodrigo y Ernesto se miran a la vez) Podemos ir al cine para relajarnos antes de entrar Laura ¿Relajarnos? Si no hemos empezado a estudiar. Entremos de una vez y quitémonos esto de encima Laura se dirige a la biblioteca mientras Rodrigo y Ernesto se quedan quietos, continuando observando la biblioteca por dentro Laura ¡Vamos! INT. BIBLIOTECA / ENTRADA – DÍA Los

La Verdad

El hombre se transformó en dolor. Las noches en la terraza bajo el cielo estrellado se convirtieron en el mayor de los sueños: su rostro se volvía claro como si aún estuviese donde un día fue feliz, y su pulso se aceleraba como si fuera más que un recuerdo. Se sentaba en una hamaca de plástico, situada bajo la inmensidad de la noche, desnuda ante el frío invernal, y, al cerrar los ojos, todo volvía a ser como el ayer, cuando la soledad no era más que una mera palabra. Los ojos de ella lo miraban fijamente, tímidos y expectantes, esperando que se decidiera a volver a abrirlos, a perder el contacto que deseaba eterno, y regresar a la triste realidad. Porque en el fondo, en lo más profundo de su ser, él sabía que su vuelta era imposible y, aún tratándo de convencerse de su amor, su corazón no podía ser engañado. Se levantó y miró por última vez durante la noche a la luna. Se fijó detenidamente en los cráteres que la volvían imperfecta, en la parte que se ocultaba en las sombras y

Benditas Lentejas

Era curioso pensar en el pasado. Nadie sería capaz de imaginar lo que ambos habían vivido. A veces, incluso los dos hermanos se sorprendían al recordar historias que, en su día, llegaron a parecer totalmente descabelladas. Y, sin embargo, no se arrepentían de nada. Ni siquiera encontraban algún resquicio de resignación en el campo. Ese que tanto les había dado y al que tanto le habían dado. Trabajaron de sol a sol, bajo la lluvia y el cielo azul. Nada ni nadie los había conseguido detener. Y si a algo les debían la vida, antes incluso que a sus propias manos, eran a aquellos pequeños discos que cultivaban de la tierra cuyo sabor había alimentado a sus familias, y bajo el cual se había protegido cuando la tormenta irrumpía. ¿Qué sino les hubiese acogido? Benditas lentejas.