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¡Bienvenidos a BookToLand! Este es el segundo relato de la trilogía La Atlántida, si quieres leer el primero aquí te dejo el enlace:
¡Hasta la próxima!
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ー¿A dónde va? ー preguntó el Inspector, mirando con atención a Martins
Este le devolvió la mirada satisfecho.
ーAl interior de la Tierra ーcontestó ー. Allí está la verdadera tierra atlante.
ー¿No está en la superficie? ーdijo Márquez estupefacto
ーCon esa misma cara de asombro nos quedamos nosotros cuando lo descubrimos. Es fascinante. Creemos que pudo ser construida como refugio. De hecho ーdejó de hablar por un instante, tratando de contener su entusiasmo ー, hemos descubierto que hay una biblioteca en su interior.
ー¿Habéis leído algo? ーintervino el Inspector de nuevo
ーNo, señor. Le estábamos esperando a usted.
En cuanto los arqueólogos y los agentes terminaron sus trabajos en la zona de excavación, Arturo Márquez y el Inspector fueron conducidos por Martins más allá de la oxidada entrada. Tras ella, sólo vieron la tierra que conformaba el túnel kilométrico que, durante más de dos horas, recorrieron con ansias. La humedad estaba presente a cada paso y, a veces, oían cómo el agua fluía sobre sus cabezas por unas tuberías de plástico. Con sus linternas, avanzaban decididos entre bichos y bajo una masa de suelo que cada vez se hacía más extensa.
ーMárquez, ¿está viendo lo mismo que yo?
ーMe parece que sí, Inspector ーdeclaró, observando en la distancia un haz de luz centelleante.
Los tres hombres empezaron a moverse más rápido, presos de la emoción del hallazgo.
≪Ya está aquí, a unos cuantos pasos ≫, pensaba Márquez eufórico
De pronto, una cueva inmensa apareció frente a ellos. Sus paredes, húmedas y rocosas, parecían elevarse hasta el infinito. Una densa neblina les impedía estimar la altura del lugar, aunque, tanto el Inspector como Márquez observaron que era mucho más grande de lo que habían imaginado. En su interior, la Atlántida surgía con el aspecto imponente de una gran ciudad. Había enormes rascacielos, carteles, farolas, coches de marcas desconocidas, cabinas telefónicas, fuentes, parques... Todo era normal, excepto que no había nadie y de las ventanas de los edificios colgaba vegetación de todo tipo. La iluminación procedía de algunos postes de luz que cumplían sus últimos años de vida. Las calles estaban abandonadas, y ninguno creía que pudieran haber personas viviendo en sus casas. Sin embargo, el Inspector prefirió cerciorarse preguntando por expediciones anteriores:
ー¿Habéis encontrado a algún atlante?
ーPor el momento, no ーañadió Martins ー. Tan solo hemos hecho dos incursiones, contando con esta. Aunque creo que la biblioteca nos podrá desvelar algo ーcomo si llevara tiempo pensando en cómo decirlo, continuó titubeanteー: La Orden Blanca... es la que nos preocupa..., señor. No han aparecido en ningún momento..., y todos sabemos que corre un rumor... muy fuerte... de que son los guardias de la ciudad.
ーYo tuve la desgracia de toparme con ellos ーdijo Márquez tajante ー. Y puedo dar fe de que protegen esta ciudad como si fuera su templo. A mi también me extraña, Inspector. Me parece que nos lo han puesto muy fácil...
En ese momento, la voz de Al Frahim se escuchó por toda la ciudad, resonando a través de unos megáfonos instalados en cada esquina:
ーParece que habéis conseguido llegar ーvociferó con su marcado acento moruno ーMe cuesta creer, amigos míos, que consigáis tener la misma suerte para salir... Como bien sabéis, nos debemos a proteger este lugar con la vida si fuera necesario, y no vamos a permitir que miles de años de clandestinidad acaben hoy.
Hizo un silencio.
¡Atlantes! ーgritó ー¡Salid de dónde os encontréis!
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