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Mostrando entradas de noviembre, 2022

El asesino sin cara

Querida Sara, Mi vida no ha sido fácil. Eso ya lo sabes. Nos hemos pasado largas horas charlando del tema, mientras yo reposaba mi cabeza en tu hombro, siempre disponible para mí en cualquier lugar y a cualquier momento. Después de caer en la jodida depresión, tras varios meses sin poder salir a la calle, me prometí que no volvería a estar de esa manera. También te lo prometí a ti ¿Recuerdas? Entonces, tu siempre tenías ojeras y estabas pálida de llorar océanos por mí. La primera vez que me atreví a atravesar la puerta de la entrada, nos sentamos en el paseo marítimo, de cara al mar y juré venganza. Eso no te lo dije. No me atreví. Pensé que te asustarías y me abandonarías, por lo que planeé hacerlo en secreto. Busqué por redes las direcciones de quienes me jodieron la vida. Sí. Las de aquellos niños de los años ochenta que me pegaban patadas en el patio y, años más tarde, continuaron riéndose de mi en el instituto. Todos tenían unas vidas perfectas. Tendrías que verlos… Adinerados, co

Cuando el río esté vacío...

 Cuando el río esté vació, ya no habrá lágrimas que recuperen su caudal. No habrá intentos que no sean en vano ni vasos que no se queden pequeños para llenarlo. La desesperación se empoderará a veces, y la tranquilidad por saber que ya no se podrá hacer nada otras. Se nos vendrá a la memoria el agua fría, la mansa corriente, los patos nadando... Recordaremos los árboles frondosos, cuyas raíces bebían de su agua, los besos que se dieron a su orilla, las farolas que lo acompañaban en su recorrido... Será nuestro tesoro. No uno tangible ni valioso, sino uno por el que merezca la pena vivir. Aunque tan solo sea para reproducirlo mil veces en nuestra memoria. Aunque tan solo sea para tener un motivo por el que salvarnos de la muerte y soneír.