El Profesor Maximiliano
Maximiliano había sido un profesor ejemplar. Cuando comenzó su carrera como educador, treinta años atrás, se había caracterizado por su atención y paciencia. Oía los problemas de sus alumnos, los consejos de sus compañeros más experimentados y, en la reunión semanal de docentes, la charla del director del instituto sin generar conflictos. No todo lo que se decía le parecía bien, pero eso nunca le había supuesto un problema para hacer sentir a los demás escuchados. Durante años, las quejas de los alumnos se repitieron promoción por promoción. La mayoría exigía mayores calificaciones, pero el compromiso y el esfuerzo nunca fueron acordes a sus exigencias. Sus compañeros de trabajo parecían estar muy quemados del sistema educativo: gritaban al hablar del nefasto progreso de los estudiantes y, abatidos, se decantaban por utilizar métodos incoherentes. La institución era un caos. La mañana de su cincuenta y siete cumpleños, sin embargo, algo cambió dentro de él.
Su rechazo al caos no fue el típico. No estaba dispuesto a que lo consumiera la ira ni la ansiedad. Se sentía demasiado mayor y vulnerable para jugar de esa manera con su salud. Decidió entonces hacer algo diferente y se vistió con un sombrero de copa alta, un pantalón de tirantes y una americana verde, al estilo de los duendes irlandeses.
A las ocho de la mañana, atrajo la atención de todos en la entrada del instituto:
ー ¡Profesor! ーlo llamó un alumno desde el otro lado de la sala ー. ¿Qué hace así vestido? ー preguntó entre risas con sus amigos.
ー ¿Quién eres tú, insolente? ー le dijo, ante el asombro del estudiante ー ¡A los duendes se nos trata con respeto, malcriado!
El silencio se hizo en todo el lugar. Los demás profesores lo observaron atónitos y en su rostro se dibujó una sonrisa. Se encaminó a la clase que le tocaba a primera hora en la tercera planta, y entró indiferente. Sus alumnos estaban de pie, mal sentados en las sillas, alguno tumbado sobre las mesas y, en contra de lo que debería de ser, había de todo menos calma. Al verlo, una risa multitudinaria se adueño de la clase. “Parece estúpido”, oyó decir. “Es un duende gigante”. “Da vergüenza”, dijeron algunos.
ー¡Atención a todos! ーanunció ajeno a las críticas ー. ¡Soy Maximiliano el duende! Nada de "profesor" ni de "Maximiliano" a secas. Quien no me llame duende, me estará ofendiendo a partir de hoy.
ーSe ha vuelto loco ーoyó decir en medio del silencio que logró crear de nuevo.
ーHoy daremos clases sobre como crear un arcoiris y conseguir monedas ーañadió, apoderándose de él una felicidad que no había sentido nunca antes ー. Espero que no os importe...
Una chica en la primera fila levantó la mano. El resto se había sentado en las sillas y lo miraban con curiosidad.
ーTengo una pregunta, pro...
ーDuende ーse adelantó Maximiliano.
ーTengo una pregunta, duende ーexpresó la chica en voz alta ー. ¿No vamos a continuar con el tema de la Célula Procariota?
ー¿Qué es eso? ーMaximiliano la miró extrañado.
ーLo que estabamos viendo con usted en clase ayer.
ーSinceramente, no sé de qué me está hablando, señorita ーcomentó, abriendo una presentación sobre duendes en la pizarra digital.
Les explicó toda la información que había conseguido recabar. Habló de la vestimenta de los duendes irandeses, sus costumbres y de toda la leyenda que los envolvía. Durante una hora en la que no escatimó en detalles, nadie dijo nada. Todos estaban sentados correctamente, oyendo con una mezcla de desconcierto e interés lo que decía.
Después de una semana haciéndose pasar por un duende, acudió a la reunión de profesores semanal. El primer punto del día trataba sobre él:
ーEl profesor Maximiliano ーcomunicó el director a toda la sala ー, lleva una semana haciéndose pasar por un duende. En contra de sus deberes, ha estado hablando de temas que no aparecen en ninguna guía docente. ¿Tiene algo que decir, Maximiliano?
Todos los profesores dirigieron sus rostros hacia él al unísono.
ーDesde luego, director ーcontestó, levantándose de la silla ー. En primer lugar, le aconsejaré que me llame "duende", o pondré una denuncia a este centro en el nombre de mi gremio de enanos con atuendos verdosos ーadvirtió ー. Compañeros, ¡he dado con un nuevo método educativo! Ahora todos los alumnos prestan atención a mis clases, vestido con esta chaqueta verde. También he dejado de escuchar vuestras quejas sobre los estudiantes, pues de un duende como yo poca complicidad se puede esperar. Por parte del director, todos hemos pasado de oir sus planes estúpidos y poco realistas por mejorar este centro, a oírlo combatir el verdadero terror del sistema educativo ーhizo un silencio, en el que miró a todos los profesores, y concluyó ー: ¡Yo! ¡Maximiliano el Duende!
Un murmullo de conversaciones se oyó en toda la mesa.
El director, haciendo frente por primera a una situación de aquel estilo, pidió que levantaran la mano para decidir el despido de Maximiliano. Sin excepción, todos los profesores optaron por que fuera sustituido. A la mañana siguiente, regresaron los quejidos, el desinterés y los insoportables discursos del director del instituto. Todo volvió a ser como siempre. Aunque, en esta ocasión, el instituto había perdido a Maximiliano el Duende. Al que fue, durante una semana, el único y verdadero problema de todo el instituto...
Al final, este personaje excéntrico en el que se convirtió Maximiliano no era tan ridículo ni inútil. Pero acabó siendo víctima del sistema, un poco como Ignatius. Qué se le va a hacer, ya se sabe que siempre que aparce un genio, los necios...
ResponderEliminarSuerte en el reto!
¡Hola! Un personaje que se había quemado en su trabajo, o, quizá, había sido un duende toda su vida, ¡quién sabe!, al fin y al cabo, a veces, los profesores tienen que ser duendes para poder estar en las clases. Buen relato. Un abrazo. :)
ResponderEliminarPreciosa historia y mejor personaje. El juego con la palabra "duende" me encanta. ¿O no significaba tener "duende" el tener encanto saber atraer la atención ajena? Si a los 57 años Maximiliano se dedica a contar historias tendrá un trabajo que le dará mucha mayor satisfacción. Un abrazo
ResponderEliminarQué buen relato, Ulises. Me ha encantado este personaje y su forma de llamar la atención de sus estudiantes. La idea funcionó pero el sistema no pudo soportarlo. Buena crítica también por ese lado. Muy buena historia. Felicidades y mucha suerte.
ResponderEliminarEra un excéntrico pero con un plan, que no supo ser valorado.
ResponderEliminarSalvo por los estudiantes,
Bien contado.
Buena historia, Ulises. Empatizo con el personaje. Quizás habría que pensar en tener cuadrillas de duendes en plantilla, como ayudantes del profesorado. Me gusta la idea.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy buen relato Ulises, muy buenas ideas que no supieron valorar, una buena historia, saludos.
ResponderEliminarPATRICIA F.
Hola Ulises. Pues si que es original e ingenioso el profesor Maximiliano, y quizás no estaría de más que tuviera su réplica en la realidad, visto el comportamiento de algunos alumnos. A mi no se me hubiera ocurrido disfrazarme de duende para imponer respeto, desde luego. Buenos diálogos y buena construcción del personaje. El final deja un poso de melancolía y simpatía por el profesor incomprendido, incluso por sus propios compañeros, que parece preferir vivir en el desorden antes que aceptar sus extravagancias. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Ulises, por participar con este relato en el homenaje a John Kennedy Toole y La conjura de los necios. Un abrazo y suerte!
ResponderEliminarTenía que haber cambiado de asignatura. Para que sirven las mitocondtias?
ResponderEliminarO
Una kptativa como "cosas que realmente no dicen para nada". Los jóvenes son más listos de lo que pensamos. Se habría apuntado mucha gente.
Abrazo y suerte
A veces los personajes excéntricos; o al menos los que consideramos como tales, son simplemente personas que van en contra de algunas de las normas establecidas por la sociedad, que no son más que criaderos de conflictos. de vez en cuando hay que dar un giro radical y aprender a reírse de uno mismo y de todos los imbéciles que nos miran raro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Maniatico. Apuesto a que el profesor de verdad perdio la razon. Habia metodo, habia entusiasmo en el Duende Maximiliano, pero la sociedad no perdona al que usa metodos y forma de hablar inusual. El cuento me parece muy bien escrito, muchos exitos en los tinteros
ResponderEliminarHola, Ulises. Lo cierto que, excentricidades aparte, consiguió lo que nunca se había logrado. No sé si el método se puede patentar como eficaz, pero de lo que sí estoy seguro es de que Maximiliano se quedó más ancho que largo y lo poco que le queda para la jubilación podrá disfrutarla y contar que un día fue duende. Genio y figura. Buen relato, Ulises. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ulises. Me ha gustado mucho tu relato, es una mezcla de humor, fantasía y crítica social contra el sistema educativo actual, donde prima tener a los estudiantes (y a sus padres) contentos menospreciando el esfuerzo y el mérito. Era previsible que a Maximiliano el duende acabaran despidiéndole; aunque, como se suele decir en estos casos: "que le quiten lo bailado". Como ya ha comentado alguna compañera, yo en su caso me plantearía seriamente dedicarme a contar cuentos de manera profesional. ¡Qué imaginación! Suerte y un abrazo!!
ResponderEliminarHola Ulises,
ResponderEliminarComo se advierte en La conjura de los necios, siempre que aparece un genio los necios se alían entre ellos para ir contra él. Por muy excéntrico que pueda parecer tu personaje de Maximiliano el duende, logra captar la atención de sus alumnos. Dicen que los caminos del señor son inescrutables, pero el sistema no está dispuesto a darle una oportunidad a la creatividad y se limita a verla como el verdadero problema. De ahí que sea tan difícil solucionar nada. Es como luchar contra molinos de viento.
Mucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Hola, paisano. Siempre me ha parecido que la tarea educativa es de titanes. Captar la atención del alumnado, además del respeto, tiene que ser dificilísimo.No sé si al pobre Maximiliano se le fue la olla y fue un golpe de efecto para ganarse a sus alumnos, si le hubiersen dado tiempo, seguro que terminaría explicando lo de la célula procariota y demás vainas. Un ignatius más, el profe, digo duende.
ResponderEliminarNos vemos en la Gala, Ulises.
Hola Ulises pues Maximiliano el duende sin duda era un mejor profesor y como ya han comentado compañer@s seguro que habría enseñado mucho más que con el método usado hasta ahora, por lo pronto inteligencia emocional. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminarUna buena historia. El profesor Maximiliano toma el nobre de duende para llamar la atención de sus alumnos. Un poco incomprendido por los otros porfesores. Suerte en el tintero. UN abrazo.
ResponderEliminarHola Ulises, aquí Maximiliano quiso romper con la norma establecida en la enseñanza y hacer la clase mas entretenida para sus alumnos y el resultado fue su despido. La enseñanza puede ser aburrida si no sabes sacar una sonrisa a tus alumnos y hablar de la células procariotas no es nada divertido.
ResponderEliminarUn relato entretenido
Un abrazo
Puri
Mira que a mí los duendes no me suelen gustar, pero el tuyo me ha parecido excepcional, supo cargar con las culpas, aunque sí que es cierto que se dejara la programación a un lado, jejej.
ResponderEliminarMucha suerte y un abrazo
Me ha encantado. Un personaje verdaderamente excéntrico, distinto, único.
ResponderEliminarUn saludo :)
Hola, Ulises!! Tu personaje es muy peculiar y también muy valiente. Hace bien de mirar por su salud lo primero. Su idea de disfrazarse de duende irlandés le ayuda a afrontar los problemas y, no solo eso, sino que consigue captar la atención de sus alumnos. Mucho tendrían que aprender los profesores de él en vez de despedirle. Suerte en el concurso y un abrazo!!
ResponderEliminarHola, Ulises. Un relato verdaderamente excéntrico, al igual que su protagonista. Y coincido con los comentarios anteriores, siempre es primero la salud. Suerte en el concurso. Un saludo.
ResponderEliminarHola, Ulises. En este caso los necios eran el claustro de profesores, obcecados por normas de conducta inútiles. La falta de imaginación es lo que hace que la burocracia sea insufrible y solo gente como tu protagonista parece darse cuenta de ello.
ResponderEliminarSaludos y suerte.
Hol, Ulises. Desde luego que solo había un profesor decente en el instituto. Profesional como educador, diría yo. Lástima que no diera con los alumnos (y compañeros) adecuados.
ResponderEliminarQudd tengas mucha suerte en el concurso. Un saludo.