Ir al contenido principal

El Brebaje de la Vida

Todo el mundo era feliz hasta que la muerte llamó a la puerta, se sentó en el sofá, y esperó a que su mirada fuese matando lentamente a quién su alma se negaba a borrar. Sí. La muerte también siente y padece. Y para sorpresa de alguno, también tiene momentos en los que aborrece su trabajo. Mi abuela murió un once de mayo de mil novecientos noventa y tres, rodeada de gente que la quería, sin preocupaciones, y con la mentalidad de que le había llegado la hora de morir. Por esa parte todo transcurrió con facilidad. De hecho, alguno de los que estábamos allí llevamos nuestros pensamientos hasta el fin de nuestros días, incitados por la aparente tranquilidad emocional de quién no va a volver a abrir nunca más sus ojos.

« ¿Cómo quería morir?», pensé.

Mi familia no era precisamente la más feliz ni mucho menos la más rica, pero con nuestros problemas, aun cuando otros no podrían ni levantar la cabeza, éramos capaces de sacar la mejor sonrisa a relucir. Simplemente vivíamos la vida tratando de disfrutar cada momento. Y así hicimos, hasta que escuchamos los últimos latidos de su corazón. Uno por uno fuimos enfermando, como si fuéramos fichas de dominó que ven próximo su destino. Nuestras mentes comenzaron a temer por su final, aunque, por desgracia, acabó siendo el final el que se centró en nuestras almas. La ignorancia por nuestro destino era la única cura capaz de hacer frente a nuestro mal.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Disculpa de Sara Calloway

 Sara Calloway murió el cinco de enero del año dos mil ochenta y siete, entre remordimientos y penas. Tenía ochenta y cuatro años cuando abrió por última vez los ojos de aquel cuerpo repleto de arrugas, ojeras y marcas de una vida cargada de dificultades. El día de su fallecimiento, sus cuatro hijos lloraron desconsolados su muerte frente a la cama del hospital, pensando más en los momentos que no tuvieron junto a su madre que en los pocos recuerdos felices que disfrutaron a su lado. «Que dura ha sido la vida», repetía Margarita, la cuarta de ellos, apesadumbrada. Estaba empapada en sudor y las lágrimas no se distinguían de los goterones que emanaban de su frente. Aquellas palabras cargaban mucho dolor, pero también desesperación y rabia. En un último intento, trataba de hacérselas llegar a su madre, rindiéndose ante el reloj, el cual mantuvo su orgullo tan alto que le impidió sincerarse alguna vez sobre la crudeza de su vida. Cuando minutos más tarde se llevaron a su madre y sus herma

La Comunidad de la Música

 Ahí estaba otra vez. Rosa había vuelto y, de entre el murmullo de decenas de instrumentos que se oían a través del patio interior, el violín había adquirido todo el protagonismo. Hugo la oía desde el piso de abajo. La facilidad que tenía para transmitir al acariciar las cuerdas con la vara lo mantenía atónito. Su control era absoluto. No había imperfecciones. Desde el techo, resonaba una melodía llena de pasión, con partes más calmas que hacían temer el final de la música, y otras repletas de vida, las cuales hacían que el pulso se acelerara y una alegría desmesurada se hiciera con el alma. Todo vibraba. Especialmente, el corazón de Hugo. Y, tal era su excitación interior que comenzó a tocar. Dio un salto desde el sillón y se sentó frente al piano. Sus dedos bailaron solos. Al principio, piano y violín estaban completamente desconectados el uno del otro. Pero la atención de Rosa no tardó en ser atraída por el sonido de las cuerdas del piano que, por unos segundos, sonó en solitario. S

La Mentalidad Intoxicada

 No me hables. Te suplico que por segunda vez no resucites. Ya estoy cansado de tus palabras y de tus ilusiones. Son todo imaginaciones. Quizás algún día de tanto repetirlo me convierta en aquello que siempre quisistes: en un ser envuelto en una catástrofe constante, preso de sus propios desvaríos condicionantes. Quizás yo mismo me crea la persona que me vendes. Puede ser que sucumba en tu martilleo verbal constante. No lo sé. Pero espero que nunca pase. Rezo por continuar sin tu amargura desquiciante. Llama en otro momento, cuando la razón te reviva con fundamento. Hasta entonces, sigue en tu silencio. "¡Te amo!", grito. Él me contesta que mi corazón está confundido: "ella no lo corresponde, ella es sólo un delirio. Sus palabras mentiras y sus acciones sin motivo". Regresa cuando de verdad veas. Regresa cuando tu naturaleza cambie y se sustituya por una más bella. Por una en la pienses que ella me quiera y tu convicción en ello sea plena. No me hables.

¡Nuevo Blog!: La Bitácora del Científico

 ¡Bienvenidos a BookToLand! En esta ocasión, presentamos otro blog de publicación semanal, en el que se contará la historia de Ulysses Strauss: un científico que trabaja para el Estado, investigando armas biológicas, que usa las bacterias para defenderse de todo cuanto se interponga entre la ciencia y él. Una vida que roza la pasión por la vida y el caos absoluto, lo mantendrá alerta en todo momento y condicionará, tanto para bien como para mal, la manera que tenga de relacionarse con lo que le rodea. Link del Blog:  https://labitacoradelcientifico.blogspot.com/