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El Arte de Entender Sonrisas

   A veces, pienso en esas miradas llenas de fuego, cargadas con un gran sentido de la vida, resplandecientes a la luz del sol como si todos los problemas que han sufrido se hubieran marchitado de un día para otro y, con una poderosa y silenciosa admiración, me lleno de esperanza recordándolas una y otra vez. Las fuerzas vuelven a mi con la misma velocidad con la que lo triste de este mundo, azaroso e inesperado, me desaparece al mirar los ojos sostenidos bajo unos músculos tensos de gracia y pasión. Las sonrisas valientes, lejanas a la comprensión de la catástrofe y el fracaso, son lo más bonito que una persona te pueda regalar. Me resulta como si alguien cogiera de lo más profundo de su ser un trozo de confianza y, por unos segundos (los justos para no rebasar los límites de lo socialmente estipulado), nos estuviera regalando lo que no se atreve a regalarse a sí misma.

   Sin embargo, cuando uno comienza a comprender el arte de entender sonrisas, lleno de claroscuros que suscitan interés, la pasión desmedida por continuar avanzando en él nos termina conduciendo a un pozo de tristeza y sinrazón. La felicidad se comienza a desintegrar en pequeñas partículas formadas por desastrosos finales, penosos comienzos y cualquier tipo de disconformidad inimaginable. Todo se vuelve un caos que nunca antes habíamos visto y, por duro que parezca, se convertirá en el mayor de los pesos que nos tocará soportar en la vida. Probablemente, habrá momentos en los que dicha habilidad nos desborde, nos haga pedazos y convierta nuestras mentes en  campos de batallas repletos de contradicciones. Entonces, todo se volverá oscuro y aterrador. Pero, no sin dejar de sorprendernos, también hallaremos ratos de tranquilidad. Existirán otros instantes en los que la vida parezca acelerarse y dejar de lado sus inútiles ataduras, nos olvidaremos de los males, de las penas y de nuestro estúpido y celoso pasado. Aunque, claro esta que eso sólo lo podrán hacer las sonrisas más bellas, capacitadas para cegarnos y hacernos olvidar todos los males. Sólo ellas hacen nuestro mundo valer la pena. ¡Cuidado porque son adictivas...!

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