El reloj marcó las doce del mediodía cuando Maximiliano Buendía se disponía a salir de la estación lunar GR74. Al jefe de la misión OmegaLunar le esperaba una jornada de mucho andar. Fuera no se oía nada. Aquel era el sonido de la luna. El silencio. Era la llamada del desconocimiento que, desde que el hombre había llegado a los seis continentes, le había producido una sed de conquista irremediable. Maximiliano lo estaba experimentando en ese momento. Sentía el deseo de explorar lugares nuevos, de ser la imagen de una nueva era en la historia de la humanidad. Desde que había llegado a la Luna, había estado preparando el que sería su hogar durante los próximos dos años. Su cuerpo ya le pedía acción. Un militar de su calibre, entrenado para misiones de alto riesgo, no podía quedarse mucho tiempo parado.
Caminó durante horas y el traje le empezó a resultar molesto. El casco que evitaba que se asfixiara le estaba dañando el cuello, produciéndole un picor constante. «Tengo que volver», pensó. Sin embargo, algo dentro de él le instaba a continuar. Algo en su interior le decía que el trofeo estaba cerca. No podía pararse aún. Continuó caminando sin escuchar a su cuerpo pese a que, a cada minuto que pasaba, aquella sordera artificial le era más costosa de autofingir.
«No puedo más», se dijo.
Se detuvo en seco y miró a sus pies tratando de recuperar la fuerza necesaria para volver a continuar. Andar bajo aquella gravedad le superaba. Sus piernas le gritaban clemencia. Era el momento. Se dispuso a dar media vuelta, rendido ante los límites físicos del cuerpo humano cuando, al levantar la cabeza, no pudo creer lo que vieron sus ojos. Trató de frotárselos, encontrándose antes con el cristal de su casco, y los abrió con todas sus fuerzas pensando poder desprenderse así de cualquier posible delirio.
«¡Lo estoy viendo de verdad!», se repitió mientras se acercaba a la torre que tenía, aproximadamente, a doscientos metros. Desde la parte de arriba, una luz iluminaba toda la fortificación dejando al descubierto su color grisáceo.
Maximiliano no podía dar crédito a lo que veía. La infraestructura era realmente hermosa. Su altura, su anchura, la manera en la que surgía de la nada y se convertía en todo, le transmitía una multitud de sentimientos. Cuando estuvo frente al portón, hecho del mismo material que el resto de la torre, se quedó pensativo estudiando su siguiente paso. ¿Qué debería hacer? Probablemente, si habría algo ahí dentro tendría que preparar una manera de comunicarse de forma que no lo pudieran malinterpretar. Pero, ¿qué quería decir? Supuso que, aunque podría inspirarse en alguna película, como esa última que vio en el cine, posiblemente no experimentaría el mismo desenlace. Así que decidió improvisar. No solía ser devoto de ninguna religión, pero que fuera lo que dios quisiera, pensó.
Llamó a la puerta. No escuchó nada al otro lado. Volvió a tocar con más ímpetu y, sorprendentemente, algo sonó. Primero se oyeron objetos caerse, una luz se coló bajo la puerta. Unos pasos se aproximaron lentamente y, cuando pareció que todo volvería a sumergirse en un profundo silencio, la puerta se abrió con un sonido estridente. Debía de llevar años sin abrirse.
— ¡Bienvenido! —dijo un viejo con una barba blanca y una cara llena de arrugas —. Te estábamos esperando desde hacía tiempo...
De nuevo, Maximiliano no podía creer lo que veía. Aquel hombre no llevaba ningún traje ni ningún casco. Era una persona normal y corriente viviendo en la Luna desde hacía a saber cuánto... Su aspecto era el típico del de una persona al borde de la muerte. Su columna formaba un ángulo de noventa grados con sus delgadas piernas, y el bastón que llevaba en la mano era un simple palo de madera roído por el tiempo. Como ropa llevaba una túnica roja con un símbolo estampado en la manga derecha que no logró distinguir.
«¿Su equipo le habría ocultado algo antes de partir? ¿Qué hacía ahí aquel hombre? ¿Acaso había sido abandonado tras una misión como la suya cincuenta o cuarenta años atrás? ¿Cómo podía respirar?»
—Pasa, muchacho. Hace siglos que no recibimos ninguna visita, los chicos van a estar encantados. Sé que tienes muchas preguntas que hacerme, pero antes debemos llegar al Lado Oculto de la Luna.
Pese a que intentaba hablar, no consiguió decir nada. Sin embargo, acompañó al hombre movido por su extraña hospitalidad. No le pareció ningún peligro a primera vista y, además, se dijo, no tenía nada que perder. No había hecho un viaje tan largo para quedarse de brazos cruzados.
Por dentro, la torre estaba vacía. No había ningún tipo de decoración. Si hubiese estado en la Tierra estaría llena de telarañas y bichos correteando de un lado para otro.
—Ya te puedes quitar el casco. Aquí dentro hay oxígeno. Por cierto — añadió mientras subía las escaleras de la fortificación —, perdona mi falta de educación, mi nombre es Humberto. Soy el guía. Como puedes ver, no suelo tener mucho trabajo por aquí. Aunque, cuando traigo a alguien nuevo tengo una foto en portada garantizada...
Se desprendió del casco con cierto escepticismo y comprobó que tenía razón. Podía respirar. El lugar tenía un ambiente húmedo y frío que, más pronto que tarde, le hizo replantearse volvérselo a colocar y refugiarse en su calor. Subió las escaleras, que a cada pisada que soportaban parecían estar más cerca de su derrumbe, y halló otra puerta en el segundo piso. Esta, según comprobó cuando la tocó, era de un material que no había visto antes. Su textura era como la del acero aunque, sin saber cómo, irradiaba calor.
—¿A dónde nos va a llevar esto? —consiguió preguntar finalmente —¿De dónde viene usted? ¿Qué es este lugar? —continuó preguntando al ver que ya podía hablar. Tenía demasiadas dudas por resolver. Humberto lo miró y no dijo nada. Abrió la puerta y lo volvió a observar, esta vez con una sonrisa en la boca que dejaba entrever una dentadura pobre.
—Prepárate para entrar al Lado Oculto de la Luna, hijo. Una vez que entres ya no podrás salir. Este lugar lleva en pie desde hace quinientos años, cuando Da Vinci aún vivía, y nadie ha logrado ocasionar el caos que se ha vivido en la Tierra en los últimos siglos. Sus gentes son pacíficas, respetuosas con el mundo que les rodea y sólo ansían conocimiento —hizo una breve pausa — ¡Bienvenido a tu nuevo hogar...!
Llamó a la puerta. No escuchó nada al otro lado. Volvió a tocar con más ímpetu y, sorprendentemente, algo sonó. Primero se oyeron objetos caerse, una luz se coló bajo la puerta. Unos pasos se aproximaron lentamente y, cuando pareció que todo volvería a sumergirse en un profundo silencio, la puerta se abrió con un sonido estridente. Debía de llevar años sin abrirse.
— ¡Bienvenido! —dijo un viejo con una barba blanca y una cara llena de arrugas —. Te estábamos esperando desde hacía tiempo...
De nuevo, Maximiliano no podía creer lo que veía. Aquel hombre no llevaba ningún traje ni ningún casco. Era una persona normal y corriente viviendo en la Luna desde hacía a saber cuánto... Su aspecto era el típico del de una persona al borde de la muerte. Su columna formaba un ángulo de noventa grados con sus delgadas piernas, y el bastón que llevaba en la mano era un simple palo de madera roído por el tiempo. Como ropa llevaba una túnica roja con un símbolo estampado en la manga derecha que no logró distinguir.
«¿Su equipo le habría ocultado algo antes de partir? ¿Qué hacía ahí aquel hombre? ¿Acaso había sido abandonado tras una misión como la suya cincuenta o cuarenta años atrás? ¿Cómo podía respirar?»
—Pasa, muchacho. Hace siglos que no recibimos ninguna visita, los chicos van a estar encantados. Sé que tienes muchas preguntas que hacerme, pero antes debemos llegar al Lado Oculto de la Luna.
Pese a que intentaba hablar, no consiguió decir nada. Sin embargo, acompañó al hombre movido por su extraña hospitalidad. No le pareció ningún peligro a primera vista y, además, se dijo, no tenía nada que perder. No había hecho un viaje tan largo para quedarse de brazos cruzados.
Por dentro, la torre estaba vacía. No había ningún tipo de decoración. Si hubiese estado en la Tierra estaría llena de telarañas y bichos correteando de un lado para otro.
—Ya te puedes quitar el casco. Aquí dentro hay oxígeno. Por cierto — añadió mientras subía las escaleras de la fortificación —, perdona mi falta de educación, mi nombre es Humberto. Soy el guía. Como puedes ver, no suelo tener mucho trabajo por aquí. Aunque, cuando traigo a alguien nuevo tengo una foto en portada garantizada...
Se desprendió del casco con cierto escepticismo y comprobó que tenía razón. Podía respirar. El lugar tenía un ambiente húmedo y frío que, más pronto que tarde, le hizo replantearse volvérselo a colocar y refugiarse en su calor. Subió las escaleras, que a cada pisada que soportaban parecían estar más cerca de su derrumbe, y halló otra puerta en el segundo piso. Esta, según comprobó cuando la tocó, era de un material que no había visto antes. Su textura era como la del acero aunque, sin saber cómo, irradiaba calor.
—¿A dónde nos va a llevar esto? —consiguió preguntar finalmente —¿De dónde viene usted? ¿Qué es este lugar? —continuó preguntando al ver que ya podía hablar. Tenía demasiadas dudas por resolver. Humberto lo miró y no dijo nada. Abrió la puerta y lo volvió a observar, esta vez con una sonrisa en la boca que dejaba entrever una dentadura pobre.
—Prepárate para entrar al Lado Oculto de la Luna, hijo. Una vez que entres ya no podrás salir. Este lugar lleva en pie desde hace quinientos años, cuando Da Vinci aún vivía, y nadie ha logrado ocasionar el caos que se ha vivido en la Tierra en los últimos siglos. Sus gentes son pacíficas, respetuosas con el mundo que les rodea y sólo ansían conocimiento —hizo una breve pausa — ¡Bienvenido a tu nuevo hogar...!
Hola, Ulises.
ResponderEliminarInteresante propuesta por novedosa la que nos haces. Un lugar para el respeto y el conocimiento. Algo tenía que tener esa cara oculta tan intrigante y deseada. Un relato magnífico con un estilo muy cuidado y elegante y un interés creciente por el desenlace. Si me lo permites hay una cosa que no termino de entender: "aquella sordera artificial le era más costosa de autofingir".
Ha sido estupendo.
Saludos.
Muchas gracias por tu comentario, compañero. Me alegra que te haya gustado. Con esa frase lo que quería decir era que al protagonista, Maximiliano, le era más difícil caminar con el paso del tiempo sin sufrir psicológicamente sus limitaciones físicas. Pues, al ser un militar entrenado especialmente para misiones de alto riesgo, le generaba impotencia pensar en que su cuerpo tenía un límite. Espero que mi explicación te haya aclarado más o menos lo que buscaba transmitir. Un saludo.
EliminarSecreto desvelado, el de esa misteriosa cara oculta de la luna... Muy buena historia, Ulises, muy bien ambientada y con una tensión creciente. Mucha suerte en el Tintero.
ResponderEliminarJajajajajajaja, me alegra que te haya gustado la historia. Gracias por comentar. Un saludo.
EliminarMe has introducido en el lado oculto de la luna con un buen relato. Suerte en el tintero. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mamen. Igualmente. Un saludo.
EliminarVaya, quien nos iba a decir que el lado oscuro estuviera habitado. Relato original e imaginativo, con logradas descripciones que nos transportan a tan sorprendentes escenarios.
ResponderEliminarMucha Suerte en El Tintero. Saludos, Ulises.
Muy buenas, Paco. Muchas gracias por tu comentario, me alegra leer que te hayan gustado las descripciones y la ambientación. Mucha suerte a ti también.
EliminarQué lindo fue deslizarse por las imágenes de tu relato! Me ha gustado mucho, Ulises. Imaginar que Da Vinci logró llegar a la luna es un extra que se agradece y el nombre de tu personaje me ha hecho evocar a los Buendía de García Márquez. No sé si es coincidencia, pero es un nombre que anticipa una verdad universal.
ResponderEliminarUn abrazo
Has dado en el clavo, jajajajajaja. En cada historia que escribo me gusta combinar nombres de escritores y personajes famosos del mundo de la literatura, de ahí el apellido Buendía. Me alegra que te haya gustado la historia. Un abrazo.
EliminarPrecioso relato. Muy original sin alardes, nos deja seguir la lectura sin golpes bajos o exabruptos innecesarios. Me encantó. Nos has traído una visión fantástica y a la vez digna de quedar en la mente como una de las primeras imágenes de "el otro lado de la luna". Fue un placer leerte.
ResponderEliminarUn relato esperanzador, Ulises. Aunque sea en el lado oculto de la Luna, existe un lugar para la paz y el respeto.
ResponderEliminarFelicidades y mucha suerte.
Y cuídate, por favor.
Como dicen por ahí: siempre habrá un resquicio de paz en la oscuridad. Muchas gracias por tu comentario y mucha suerte a ti también.
EliminarUn cuento ameno con estructura continua que lleva al lector de principio a fin de forma descansada. Tal vez necesite un ajuste final, p.e : concordancia de número : "las escaleras, que a cada pisada que soportabaN parecíaN ", y alguna coma por ahí escapada. Gracias y salud
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar, Barry. Tienes razón en tu corrección, ahora le echaré un ojo. Salud.
EliminarUna historia con final esperanzador se agradece siempre, más aún en estos tiempos en los que los humanos vivimos una convulsión generalizada.
ResponderEliminarMe gusta la alusión a un personaje mítico de la literatura, para ponerlo como protagonista de esta historia. Igual que la mención al sabio Da Vinci.
Suerte en el concurso, Ulises. Un saludo.
Muchas gracias por comentar, Carmen. Me alegra que te hayan gustado esos detalles que mencionas. Así es, en estos tiempos tan convulsos hay que buscar la esperanza en los relatos y los libros. Algún día tendrá que salir la luz... Suerte a ti también.
EliminarNo todos los "lados oscuros" tienen por que ser negativos y este de la luna parece que guarda un paréntesis de conocimiento, sabiduría y sentido común, que tanto le hace falta a la humanidad, encarnado en el personaje de Humberto. Has optado por darle un toque de surrealismo al relato, bien concebido en su desarrollo y ejecución. Mucha suerte en el Tintero, Ulises. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Ulises! Soy Beri. Ya veo que te has animado a participar en El Tintero de Oro. ¡Bienvenido, compañero! Te felicito porque has escrito un muy buen relato de ciencia-ficción. Entre otras virtudes, has sabido mantener el interés del lector hasta el desenlace. A mí en particular el final me parece muy sugerente. Al parecer, el genial Leonardo da Vinci también fue pionero de los viajes espaciales. ¡Brillante! Mucha suerte en el concurso. Cuídate y un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Beri. Siempre se agradece que valoren tu trabajo de esa manera. Suerte para ti también. Salud y saludos.
EliminarJulio Verne nos contó otra historia que también hablaba de un viaje espacial desde la Tierra a la Luna, pero tu cuento no se conforma con llegar a este curioso satélite, sino que además nos muestra otro escenario diferente y mucho más actualizado, hasta el punto de entrar a su Lado Oculto, que parece ser un lugar donde sus gentes son pacíficas y respetuosas con el mundo que les rodea.
ResponderEliminarMe he divertido mucho formando parte de esta expedición, aunque no te niego que temía si valdría la pena aventurarse y quizás encontrar extraterrestres o máquinas cibernéticas dispuestas a eliminar a cualquier intruso, pero ya veo que tu imaginación ha optado por ofrecernos un desenlace esperanzador, que encaja perfectamente con el resto de la trama.
¡Felicidades, Ulises, me ha gustado tu relato!
Un cordial saludo y mucha suerte.
Muchas gracias por comentar, Estrella. Me alegra leer que te haya gustado el relato. Suerte a ti también. Un saludo.
EliminarQue final tan estupendo, me encantó el relato. Ese final fue sensacional y con mira a una segunda parte. Saludos cordiales desde Venezuela.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar, Raquel. Otro de vuelta desde Canarias ;)
EliminarBuenos días Ulises. Por fin llegué a tu lado oculto de la luna, parece el título de una canción. Imaginación y fantasía, dos ingredientes básicos para contar, más aún si se trata de CIFIS.
ResponderEliminarInvestigando un poquito sobre el universo, cuando David propuso el reto de Ciencia Ficción, me enteré de que la NASA difundió después de 40 años de secreto, que los dos astronautas del APOLO X llegaron a escuchar sonidos extraños y no identificados en la cara oculta de la luna… a ver si resulta que fue el viejo de la barba blanca dándoles la bienvenida a los terrícolas.
Da Vinci y la luna hacen buena pareja.
Cuídate Ulises, espero que esta pesadilla acabe pronto. Mientras tanto podemos y debemos mirar la luna desde nuestros balcones.
Jajajajajajajajajaja, estoy seguro de que así fue. Ese viejo barbudo está esperando a nuevos visitantes siempre... Muchas gracias por tu comentario, Tara. En la luna siempre encontraremos la esperanza. Un saludo.
EliminarIngenioso, imaginativo, sorprendente, hipnótico y con un final distinto. Muy buen relato, Ulises, ciencia ficción de la buena.
ResponderEliminarMucha suerte.
Muchas gracias por comentar, Pepe. Se agradecen tus elogios de corazón. Suerte a ti también. Un saludo.
EliminarHola Ulises
ResponderEliminarBuen relato, se lee muy bien y engancha al lector.
Ese anciano barbudo es todo un misterio... Me pasa como a tu prota, me gustaría saber más!
Enhorabuena y abrazos
Muy buenas, Paola. Me alegra leer que el relato te haya mantenido expectante hasta el final. Quizás puedas descubrir más sobre él en la segunda parte... Jajajajajaja. Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.
EliminarLa cara oculta de la luna, quién nos lo iba a decir. Me ha gustado el giro del final tan atractivo como inesperado por el lector, algo tan mágico y soñado por tantos idealistas y enamorados, contrarresta la tensión que se palpa en todo el relato. Porque en el escenario lunar, un mundo tan ignoto como desconocido para la mayoría de los mortales, un simple anciano puede ser un asesino en serie. Eso es lo que me esperaba yo como lectora, pero el sorprendente final para quitarse el sombrero.
ResponderEliminarFelicidades y suerte en El tintero.
Muy buenas María Pilar, siempre es un placer leer comentarios tan positivos. Me alegra que te haya sorprendido y gustado el final. Suerte en el Tintero a ti también.
EliminarHola, Ulises. Gracias por llevarnos al lado oculto de la Luna; en verdad no me lo esperaba así y me ha gustado la manera que has imaginado para tu relato de entrar en él, tanto como los esbozos que has trazado de la personalidad del protagonista. Buen texto, compañero.
ResponderEliminarTe deseo suerte en el concurso y te envío un fuerte abrazo, virtual, que no conlleva riesgo alguno en estos tiempos de zozobra.
Muy buenas Patxi, muchas gracias por dejar tu comentario. Suerte a ti también, y un abrazo.
EliminarHola Ulises gracias a tu relato hemos descubierto que hay en el lado obscuro de la Luna, lo malo es que tu `protagonista no puede volver para contarlo.
ResponderEliminarGracioso tema el que desarrollas en tu relato, eso nos hace pensar en que puede que haya algo en ese otro lado que nadie ve.
Un abrazo y suerte en el concurso
Puri
Hola Ulises, cuando comencé a leer y vi el GR74 me vino a la cabeza las rutas senderistas, los corredores geográficos. Yo, que he practicado senderismo, no puedo pasar sin apreciar este detalle. Así que lo he ido leyendo como si de una ruta se tratara, pero llevarme a la cara oculta de la luna, ha sido el no más. Ya me gustaría irme allí ahora. Esperanzador sueño compañero. Un escrito que no pierde su ritmo, como un buen senderista. Un abrazo y salud
ResponderEliminarHola Ulises, hemos coincidido ambos con la luna como protagonista! Me encantaría a mi también adentrarme en ese paraíso de conocimiento. He disfrutado la lectura, has sabido caracterizar bien a los personajes y el escenario .
ResponderEliminarUn abrazo y cuidate
Aunque me he esforzado en anticipar lo que le esperaba a tu protagonicta, el bueno de Maximiliano Buendía, que supongo nada tiene que ver con su homónimo de Cien años de soledad (parece que en los relatos de ciencia ficción son/somos muchos los que queremos desvelar el final antes de tiempo), no he logrado vislumbrar el final, lo cual ha hecho que esta historia me haya resultado mucho más atrayente, pues la ignorancia ante algo que se desea descubrir, tiene ese efecto, je,je.
ResponderEliminarParede que solo los elegidos pueden habitar el lado oscuro de la luna. Por eso nadie lo había descubierto.
Un abrazo y suerte en el concurso.
Hola, Ulises. Dada mi naturaleza, el título me llevó a pensar en que ese lado oculto guarda a los amores imposibles, que se conforman con suspirar a la luna. Adentrada ya en la lectura, y poniéndome más realista no se me ocurría cómo lo acabarías... sin volver a casa? ufff, pobre Max, por una parte parece el precio a pagar por conocer ese lado oculto al cual los demás no tenemos acceso; pero al ser una fuente de paz, permanecer en ese lado quizá sea una bendición para el prota. Me encanta tu forma "suave" de escribir, contando paso a paso, describiendo con la importancia debida los diferentes aspectos, rememorando antiguos nombres y a la vez dotando de fuerza al relato con la descripción del militar. Me llama la suavidad otra vez con Humberto, y me sorprende el final aunque sin brusquedad, ya que el protagonista se queda en un buen lugar. Me has hecho viajar en ondas siderales en todo el recorrido del relato. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarTe deseo muchísima, muchísima suerte en el Tintero.
Abrazote, y salud, para tí y tu gente querida.
Wow. Me ha gustado mucho, Ulises. Todo es muy creativo. Me encanta tu descripción del personaje de Humberto. El bastón, su ropa con el símbolo estampado y especialmente la frase de su columna, como "formaba un ángulo de noventa grados¨. Gracias por llevarnos en esta expedición, siento como si yo fuera dentro del cuento mientras lo leía. Me das muchas ganas leer la segunda parte. Como siempre, mucha suerte y mucho ánimo.
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