No había nadie más en el pasillo. Una inocente anciana en apuros y, junto a los embutidos, a par de metros de distancia, un hombre lo suficientemente educado para ayudar a quién lo necesitara, eran los únicos clientes allí. La anciana, pequeña para las estanterías tan altas del supermercado, no podía alcanzar una de las bolsas de panes de un estante. Sin suerte, trataba de estirar su brazo desesperadamente, tentando a los estrepitosos desenlaces. El hombre, que la miraba de reojo vaticinando el caótico final, no aguantó tanto suspense, y se acercó a ayudarla. Estaba haciendo lo correcto, pensó. El karma se lo pagaría.
Cuando dio el primer paso, la anciana lo miró tal y como si lo hubiera estado esperando toda una vida. Le extrañó. Y esta dijo:
—Gracias, hombre. Últimamente, falta gente así en el mundo.
No lo iba a negar. Él compartía la misma idea.
Y, de pronto, cuando estiró la mano para agarrar la bolsa, sintió un terrible dolor a la altura del estómago. Bajó la vista, con los panes ya en la palma de su mano, y vio a aquella diminuta anciana apuntándole con un taser. Tenía una sonrisa de oreja a oreja, como si le acabaran de anunciar que había ganado la lotería y, con una voz menos inocente, la oyó decir por última vez:
—Menos mal que siempre hay algún idiota…
Se tiró al suelo del dolor. La anciana lo agarró por un brazo y lo llevó a la trastienda. Ese día el supermercado cerraría antes de lo previsto.
Bufff, carne para la picadora. Espeluznante y genial el micro. Me encantó, Ulises. Enhorabuena. Saludos.
ResponderEliminarMuy buen microcuento. ¡Y con un final completamente inesperado! Yo diría que en esta historia aplica el refrán: "las apariencias engañan", uno nunca se imaginaría que la anciana fuera una asesina serial.
ResponderEliminarBuen relato. Un saludo.
¡Pues vaya con la anciana! Muy buena leyenda, Ulises y muy buen micro. Me ha gustado mucho tu historia.
ResponderEliminarHola, Ulises. El pan no sé, pero al menos el embutido será de primera calidad sabe la vieja escoger bien el género. 😂
ResponderEliminarSaludos 🖐🏼
¡Hola, Ulises! Buenísima leyenda, no sé si está inspirada en alguna, pero desde luego que es una Leyenda Urbana con mayúsculas. Final sorprendente, la alerta sobre los prejuicios, en este caso con ser confiado con una anciana, ambientada en algo tan cotidiano como un supermercado. Realmente brillante y ejemplo de lo que es esta clase de historias. Enhorabuena! Un abrazo!
ResponderEliminar¡Ay! me parece que has creado una nueva leyenda. Impactante, feroz, concisa y escalofriante. Creo que nunca volveré a ver los productos de charcutería de la misma forma que antes. ¡Muy bien! Saludos.
ResponderEliminarPero quién era esa anciana... Vaya con las apariencias, para que te fíes... De ahí el refrán, "de los santitos nos libre dios"
ResponderEliminarNo puede uno fiarse de nadie... Muy ingenioso. Un placer leerte. Abrazos
Un relato bastante menos macabro que lo que te imaginas qué pasa después. No hacen falta más de 250 palabras para ponerte la piel de gallina!
ResponderEliminar"Lobos con piel de cordero" como dicen Las Sagradas Escrituras.
ResponderEliminar¡¡¡¡¡¡¡Apúntate un Tanto, sí señor!!!!!!!!!!
¡Y buen fin de semana!!!!
Si siempre lo he dicho, no hay que fiarse de las ancianitas candorosas, ja,ja,ja. Antes se dedicaban a la brujería y a robar niños y ahora, mira, hasta se cargan a la gente en los supermercados, jeje.
ResponderEliminarUn saludo.
Me ha encantado tu micro. Siempre los aparentemente más débiles pueden con los que se creen más fuertes. No siempre se premia al buen samaritano, al menos en las leyendas urbanas... Felicidades, Ulises!
ResponderEliminarHay que establecer un protocolo para que nos pase lo mismo que a tan excelente caballero:
ResponderEliminar1. NUNCA ir solo a estos sitios
2. Ignorar a todo el mundo
3. Comprar rapido y desaparecer.
Estas y otras relgas evitaran que nos ocurran tragedias.
Me cuidare de tanta ancianita malvada que hay en el mundo
Muy buen Micro, Ulises, me has hecho recordar una anécdota que viví hace décadas. Siendo testigo a bastante distancia del tropiezo y caída en la acera de un anciano, comprobé la diligente reacción de las personas que transitaban próximas a él. Cuál no fue nuestra sorpresa, al comprobar el rechazo y enfado del anciano por ser levantado en volandas del piso sin haber pedido ayuda ni haber requerido auxilio de nadie. De hecho se volvió a tirar al suelo y levantarse por su propio pie con una agilidad nada propia de su aparente edad. Lo que nos pudimos reír con la escena. Para que te fíes de las apariencias. Muy buena leyenda. Un abrazo.
ResponderEliminarLo venderá como jamón de pavo?
ResponderEliminarVengo de leerlo de prejuicios con los ancianos, pero al revés. Allí por malos y aquí por Buenos.
Saludoss
Las leyendas sobre inocentes ancianitas que resultan ser un espejo del mismísimo demonio rulan por ahí en todo tipo de categorías y maldades. Me ha gustado que hayas ambientado tu historia en un supermercado pues le ha dado credibilidad a tu narración. Me ha gustado tu relato. Saludos
ResponderEliminarVaya con la anciana. Parece que se va a merendar al muchacho entre pan y pan. Parece que le gustan los hombres con buen karma. Pues que le aproveche, a mí no me pilla, yo no frecuento los supermercados. Aunque tal vez para cruzar la calle... Estupendo relato. Un abrazo.
ResponderEliminarMoraleja... no te fíes ni de tu abuela :)
ResponderEliminarHola Ulises, si se repitiera la historia en varios supermercados correría de boca en boca la leyenda de la vieja del super.
Un saludo, paisano.
Y seguro que ese día la ternera estaría en oferta, ja, ja. Muy bueno, Ulises.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola Ulises. Nos has despistado con el personaje de la ancianita inocente, quien iba a decir que terminaría por ser una bruja malvada, muy buen cambio de rol. Uno ya no sabe que es lo que compra en un supermercado, seguro que la carne picada estará rebajada durante unos días. Un abrazo.
ResponderEliminar¡¡¡Joder con la señora!!! Ulises, así no arreglamos el mundo. Desde hoy tengo un gran prejuicio hacia las señoras indefensas que quieren el pan de la última estantería.
ResponderEliminarUn relato excelente. Enhorabuena.
Hola Ulises, tu micro empieza tan inocente que casi nos volcamos a ayudar a la anciana y admiramos a ese hombre educado y atento. Pero la anciana al parecer no era cliente, ni tampoco tan anciana que lo arrastra por un brazo a la trastienda, y menos inocente, lo que sí estaba necesitando era pasar un buen rato de placer, ja, ja. ¿O en realidad era una asesina? Qué va, la cosa es que el super cerraría antes de lo previsto y la fiesta seguiría... Quizás ya corría el rumor de la anciana del super y por eso no habia nadie alli, solo el hombre educado, que de seguro era un forastero, ja, ja.
ResponderEliminarUn micro divertido y malicioso.
Pues vaya con la ancianita. Me ha dejado sin palabras. Qué buen micro, Ulises.
ResponderEliminarTe felicito.
Esto nos deja una enseñanza desesperanzadora de cara al futuro de la humanidad. No hay que fiarse de nadie, pues puede ir armado.
ResponderEliminarSaludos.
Cuesta sacarle la lección provechosa que se le supone a una leyenda urbano, porque "no te fies de las viejas desamparadas" no es una leccion provechosa. ¿O sí?
ResponderEliminarBuen micro.
Un abrazo.
Es que ya no te puedes fiar de nadie y menos de las dulces ancianita.
ResponderEliminarUn micro muy bueno saludos de flor.
Que buen micro, terminara convertido en salchichas por ser buena persona, no se puede uno fiar de nadie.
ResponderEliminarUn saludo.