一¿Qué le pasa? 一preguntó un señor que caminaba con su perro a un chico sentado en un banco
一Tiemblo 一contestó
一¿Por qué tiembla?
El del banco lo miró confundido, apartando la vista del suelo durante un instante.
一Estoy nervioso
一¿Sabe? 一añadió sentándose al otro lado del asiento 一Mi padre me dijo una vez que los nervios solo sirven para destruirnos. Decía que nos impedían ser nosotros mismos. Él era muy sabio...
一No lo pongo en duda.
一¿Alguna vez ha visto el mar?
一Vivo a seiscientos kilómetros de él... Nunca he tenido la oportunidad
一Ya veo... 一murmuró pensante 一Por eso tiemblas...
一¿Por no ver el mar?
El perro comenzó a ladrar a una ardilla que bajaba de un árbol a lo lejos, hasta que se perdió entre la vegetación corriendo con sus pequeñas patitas.
一No, porque el mar nunca te ha mirado. Nunca has podido experimentar el sentimiento de soledad tan profundo que te genera el océano y, al mismo tiempo, la sensación de pertenecer a algo lo suficientemente grande como para convencerte de que no estarás solo siempre.
一Es un poco paradójico, creo 一confesó
一Así es, muchacho. Esa es la gratificante paradoja del mar.
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