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Su Propio Enemigo

Todo estaba a oscuras. Desde que entró en aquella sala, el silencio se había convertido en otro traidor al que odiar, en un nuevo enemigo. La sensación de soledad lo inundaba a cada instante. Ya no estaba vivo. Su mente seguía en activo, aunque su cuerpo había caído en el olvido. ¡Ayuda!, gritaba desesperado. El silencio volvió a azotarle sin descuido. Por mucha fuerza que hiciera, nadie lo sacaría de su presidio, porque el único que tenía potestad para hacerlo estaba ahí dentro metido. ¿Y ahora qué?, se preguntará el más atrevido. Pues yo siento decirle que el silencio continuó con su olvido. Pero tras mucho  tiempo, el chaval se dio cuenta de su descuido, y es que hasta entonces no se había visto como su propio enemigo

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