Ir al contenido principal

La Veleta Oxidada

Estaba tumbado en su cama junto a un pequeño libro de bolsillo y un cigarrillo, cuando se comenzó a escuchar un viento iracundo azotar los ventanales de la habitación. En la azotea, donde desde hacía más de treinta años no había cambiado nada, una veleta de metal oxidado producía un sonido aterrador que mantenía a Atli despierto. Pese a que sus expectativas, al igual que todos los días, eran quedarse dormido, la noche se le avecinó larga y tediosa. No había peor enemigo que el viento, sobre todo cuando la mayoría de las casas del barrio contaban con más de cincuenta años y, pese a su indudable calidad en un pasado, no eran capaces de soportar los caprichos del tiempo.

  Aún sin lograr conciliar el sueño, y cuando el reloj marcaba las cinco de la mañana, Atli se levantó de la cama y telefoneó a su psicóloga.

- Oiga - le dijo al oír su voz al otro lado del teléfono  - Creo que tengo un problema grave.
-¿Qué ocurre ahora? ¿No puedes llamarme en otro momento?
-El viento es lo que me ocurre y, en respuesta a la segunda pregunta, desde luego que no. Si sigo así no voy a poder ir mañana a trabajar.
-¿Y donde esta el problema? -preguntó
-En que necesito ganarme el dinero, ¿sabe?
-Ya veo... -añadió su madre harta de tanto parloteo - Escucha hijo ponte ya a dormir, y no me llames cuando me tienes al otro lado de la casa. La próxima vez molestate al menos en mover un poco las piernas...
-Pero mama...
-Ni mama ni leches, buenas noches.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Disculpa de Sara Calloway

 Sara Calloway murió el cinco de enero del año dos mil ochenta y siete, entre remordimientos y penas. Tenía ochenta y cuatro años cuando abrió por última vez los ojos de aquel cuerpo repleto de arrugas, ojeras y marcas de una vida cargada de dificultades. El día de su fallecimiento, sus cuatro hijos lloraron desconsolados su muerte frente a la cama del hospital, pensando más en los momentos que no tuvieron junto a su madre que en los pocos recuerdos felices que disfrutaron a su lado. «Que dura ha sido la vida», repetía Margarita, la cuarta de ellos, apesadumbrada. Estaba empapada en sudor y las lágrimas no se distinguían de los goterones que emanaban de su frente. Aquellas palabras cargaban mucho dolor, pero también desesperación y rabia. En un último intento, trataba de hacérselas llegar a su madre, rindiéndose ante el reloj, el cual mantuvo su orgullo tan alto que le impidió sincerarse alguna vez sobre la crudeza de su vida. Cuando minutos más tarde se llevaron a su madre y sus herma

La Comunidad de la Música

 Ahí estaba otra vez. Rosa había vuelto y, de entre el murmullo de decenas de instrumentos que se oían a través del patio interior, el violín había adquirido todo el protagonismo. Hugo la oía desde el piso de abajo. La facilidad que tenía para transmitir al acariciar las cuerdas con la vara lo mantenía atónito. Su control era absoluto. No había imperfecciones. Desde el techo, resonaba una melodía llena de pasión, con partes más calmas que hacían temer el final de la música, y otras repletas de vida, las cuales hacían que el pulso se acelerara y una alegría desmesurada se hiciera con el alma. Todo vibraba. Especialmente, el corazón de Hugo. Y, tal era su excitación interior que comenzó a tocar. Dio un salto desde el sillón y se sentó frente al piano. Sus dedos bailaron solos. Al principio, piano y violín estaban completamente desconectados el uno del otro. Pero la atención de Rosa no tardó en ser atraída por el sonido de las cuerdas del piano que, por unos segundos, sonó en solitario. S

La Mentalidad Intoxicada

 No me hables. Te suplico que por segunda vez no resucites. Ya estoy cansado de tus palabras y de tus ilusiones. Son todo imaginaciones. Quizás algún día de tanto repetirlo me convierta en aquello que siempre quisistes: en un ser envuelto en una catástrofe constante, preso de sus propios desvaríos condicionantes. Quizás yo mismo me crea la persona que me vendes. Puede ser que sucumba en tu martilleo verbal constante. No lo sé. Pero espero que nunca pase. Rezo por continuar sin tu amargura desquiciante. Llama en otro momento, cuando la razón te reviva con fundamento. Hasta entonces, sigue en tu silencio. "¡Te amo!", grito. Él me contesta que mi corazón está confundido: "ella no lo corresponde, ella es sólo un delirio. Sus palabras mentiras y sus acciones sin motivo". Regresa cuando de verdad veas. Regresa cuando tu naturaleza cambie y se sustituya por una más bella. Por una en la pienses que ella me quiera y tu convicción en ello sea plena. No me hables.

¡Nuevo Blog!: La Bitácora del Científico

 ¡Bienvenidos a BookToLand! En esta ocasión, presentamos otro blog de publicación semanal, en el que se contará la historia de Ulysses Strauss: un científico que trabaja para el Estado, investigando armas biológicas, que usa las bacterias para defenderse de todo cuanto se interponga entre la ciencia y él. Una vida que roza la pasión por la vida y el caos absoluto, lo mantendrá alerta en todo momento y condicionará, tanto para bien como para mal, la manera que tenga de relacionarse con lo que le rodea. Link del Blog:  https://labitacoradelcientifico.blogspot.com/