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Risas y Llantos

—Ojalá no tengas que echar de menos el dolor y necesitarlo para dejar de estar solo
—¿Tú lo echas de menos? — lo interrumpió
Su abuelo clavó los ojos en la ventana como si pudiese ver algo más allá de las praderas del campo y las margaritas del jardín. Su rostro se contrajo al igual que si, después de llevar siglos encerrado, hubiese sacado un íntimo secreto a la luz.
— Yo… —añadió sin apartar la vista del horizonte— ya soy parte de él
Tiburón lo miró con curiosidad. Desde que tenía uso de razón hablaba con su abuelo todas las tardes, aprendía un poco más de él cada día e, incluso, tenía la sensación de que nadie más que él lo conocía tanto. Hasta ese momento.
—¿Estas triste entonces? — preguntó
—¿El dolor implica tristeza?
Se quedó pensativo un instante.
—El dolor no es más que uno de los tantos sentimientos a los que el hombre se ve abocado a sufrir. —prosiguió— Con el tiempo, te acabas acostumbrando a tanta sinrazón. Con los años comprendes que solo padecerás aquello que decidas ver. Entenderás que se puede estar triste y contento a la vez y que, paradójicamente, no llorarás ni reirás, no te sentirás bien ni mal… —hizo un breve descanso. Se colocó la mascarilla de oxígeno y se bebió un vaso del Whisky que descansaba sobre la pequeña mesa del salón — Y, aún así, nunca terminarás de comprender la vida.
Necesitó un tiempo para asimilar tanta información. Se dio cuenta de que sólo conocía la parte de su abuelo que no tenía miedo a ocultarse: las grandes aventuras que vivió en África, los secretos que desveló en Tánger… Y que, ajeno a la parte escondida entre las sombras, no tenía ni la más remota idea de quién tenía delante.
Observó su cara pálida, y vio la vergüenza y la debilidad como si hubieran convergido después de una larga separación, y cuya unión no fuera compatible, aunque sí posible. Lo vio marcharse a la cocina y abrir una botella de Whisky, más caro que el que se había bebido unos segundos antes. Se hecho un poco en el vaso y se lo bebió sin vacilar. Después lo dejó en el pollo de la cocina y cerró los ojos.

Comentarios

  1. Me dejas pensando si el dolor implica tristeza o no, un placer leerte. Siempre, Cometa.

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    Respuestas
    1. A decir verdad yo también tuve un dilema con este tema al principio 😅. Y tras un tiempo pensándolo lo tuve, por fin, claro. Espero que te pueda ayudar mi pequeña reflexión 😉

      ¿Hay quién no tenga algún dolor? ¿Algún recuerdo que lo haga estremecer? El dolor que tuvimos cuando suspendimos nuestro primer examen no es el mismo que cuando lo suspendemos al llevar unos cuantos malos detrás. Este es un dolor maduro, con el que no nos ha quedado más remedio que convivir porque así es la vida. No somos perfectos ni inmortales, por lo que el dolor a veces puede llegar a convertirse en nuestro familiar más cercano. Y no por eso estás triste siempre. Simplemente maduras, aunque a veces nos pueda llegar a superar. Entonces es cuando llega la tristeza. Pues, por suerte o por desgracia, cuando el dolor se acumula nos termina por abatir y llenar nuestros ojos de lagrimas, a través de las que busca salir y liberarse.

      Un tema muy interesante creo. Me alegro que te haya hecho pensar en él ¡Hasta la próxima!

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