El combate no había hecho más que comenzar. Agarré mi espada con fuerza y, en cuanto sentí el contacto frío con la empuñadura, los nervios huyeron despavoridos.
—¡En garde! —grité movido por la adrenalina
La esgrima era todo lo que me quedaba en la vida. La vivía como si toda mi existencia fuera a depender de ella. Desde que era un chaval, no ha habido ni una tarde en la que no haya desenfundado la espada. Practicaba sólo: con los peluches de mi habitación, entrenando técnicas al aire...; y, cuando iba al gimnasio con mi equipo, no había quién me ganara. Todos mis compañeros temían el momento en el que les tocara combatir conmigo. Muchos de ellos detestaban enfrentarse a mi porque su ego no les permitía perder contra un tío flaco y bajito. Francamente, no soy de las personas que impone mucho a primera vista. Aunque, también he de admitir que me gusta que me infravaloren de esa manera, para que después quién me critica se lleve una agradable sorpresa.
La pelea no duraría mucho, o al menos nadie pensaba que podría alargarse más de medio minuto. Me tocaba combatir contra un hombre algo más joven que yo. Podría rondar la treintena de edad perfectamente, pues las entradas que tenía en la cabeza y los kilos de más, que se hacían notar en la zona de la barriga, parecían delatar el clásico perfil de un hombre recién entrado en el mundo laboral y familiar. Sin embargo, sus primeros pasos me dejaron desconcertados por unos segundos. Sus piernas eran como dos plumas que, con gran agilidad, se movían sin apenas esfuerzo. Antes de que pudiera reaccionar, ya se había hecho con todo el espacio del que disponíamos.
—Ahora verás... —añadió el hombre, empleando una técnica en ataque de gran maestría.
La verdad es que me sorprendió verlo en el gimnasio cuando entré. El físico que poseía no era el típico de un espadachín. Normalmente todos solíamos ser flacos y medianamente altos. Y cuando pensé en lo que me estaba diciendo a mí mismo, me di cuenta de que estaba pecando de lo mismo en lo que los demás solían pecar conmigo. Estaba teniendo prejuicios.
Miré a aquel hombre a los ojos y me vi a mí mismo reflejado. Observé su anillo en el dedo y, cuando volvió a atacar, me rendí ante mi propia falta de ética. Fingí que no me daba tiempo a reaccionar y me dejé tocar por la punta de la espada. Había perdido la batalla. Por primera vez, me había dejado ganar. Pensé en el tiempo que había pasado desde la última vez que veía a mi contrincante salir victorioso. Ni siquiera me acordaba. Y entonces sonreí...
Buen micro. Un abrazo.
ResponderEliminarUna contienda reflexiva, un buen micro y muy bien llevada la escena.
ResponderEliminarLos prejuicios son siempre demoledores, como dicen, las apariencias engañan.
La arrogancia y el ego siempre encuentran donde anidar. Que bien que este contrincante le sirviera de espejo para quitarse esas dos molestas pollilas de arriba, y dejarlas a un lado, al igual que sus prejuicios.
Disfruté la contienda y salí premiada con la moraleja. Muy bueno Ulises.
Buen motivo para dejarse ganar... Me ha gustado mucho esa ambientación en el mundo de la esgrima. Muy buena historia.
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ResponderEliminar¡Qué lastre son los prejuicios!
Una historia reflexiva inspirada en un combate de esgrima, donde el egoísmo y prepotencia del joven rival compite con la habilidad del hombre mayor, quien se impone y gana la pelea, rompiéndole los esquemas mentales al joven, reflejado en el espejo de su contrincante, a la vez que aprende una lección de vida sobre la humildad.
Es una lástima que los signos de puntuación brillen por su ausencia, ya que de esta forma, pierde comprensión lectora, pero seguro que con la práctica, estimado Ulises, sabrás hacerlo mucho mejor.
Un abrazo.
¡Hola, Ulises! Un micro con una fantástica moraleja y una mejor reacción. El personaje, tan competitivo, se ve reflejado en su oponente y él mismo siente haber reaccionado de la misma forma prejuiciosa. Ese gesto, dejándose vencer, es toda una lección de humildad y una enseñanza de que la verdadera victoria se produce cuando consigues que alguien sea feliz.
ResponderEliminarMuy bien pensado y muy original la ambientación en el mundo de la esgrima. Un abrazo!!
Prejuicios, qué malos son y qué fácil es caer en sus garras. Me gustó mucho la recreación de ese prejuicio en el narrador y mucho más su reacción, aún pudiendo haber alargado su imbatibilidad decide darle una estocada a su prepotència para ver de poder matarla.
ResponderEliminarA parte, la narración es muy fluida, me he sumergido enseguida en el texto, y el final, bueno, ya sabíamos que alguien iba a sonreir, pero lo que no sabía es que también fuera a hacerlo yo.
Felicidades, Ulises, muy buen trabajo.
Una cura de humildad a punta de florete enmarcado todo en el noble arte de la esgrima.
ResponderEliminarSaludos.
Creo que en aspectos diferentes al estrictamente deportivo, tu protagonista venció en esa batalla. Bueno, o al menos ganó algo: una lección de vida que bien merece el precio que pagó. Me ha parecido muy original la ambientación y el argumento de tu micro. Nada me hacía sospechar los derroteros por los que discurría, y la sorpresa me ha gustado.
ResponderEliminar¡Un saludo!
Hola Ulises, ya estoy por aquí. ¡Ay! Una historia de esgrima.
ResponderEliminarMe gustaron los nervios iniciales, pasa como los artistas que salen a escena. También la superación personal desde bien pequeño. Muy bien ese salto al pasado en el que vemos al niño dar espadazos a los peluches (muy visual, y como diría Karen Marce (recomendada en una reseña del maestro David), con expresiones corporales.
En lo formal te indico que “hecho” del verbo hacer, va con hache.
En la frase “su ego no les permitía”, mejor “le” porque se refiere al ego (singular), y alguna tilde en (mí mismo)
¡Uy…que tramposillo el esgrimista!
No sé si ha leído “El maestro de esgrima”, una de las primeras novelas escritas por Arturo Pérez Reverte. Gracias a su lectura escribí un pequeño relato que titulé ¡En guardia!
En definitiva, un relato ágil con mucho movimiento.
Un saludo paisano.
Hola, Ulises. Creo que en todos los aspectos de la vida, aunque quizá en el deporte competitivo más, nos dejamos llevar por los prejuicios. Y si no, solo hay que ver cuál es la actitud de muchos aficionados al futbol hacia los equipos femeninos.
ResponderEliminarMuchas veces nos dejamos llevar por la primera impresión, cuando nunca deberíamos guiarnos por las apariencias y menospreciar a nuestro contrincante.
Un muy buen relato que da que pensar.
Un abrazo.
Hola Ulises, un gusto en leerte. Yo al menos hasta ahora no había leído nada de ti , ah y gracias por dejar tu comentario en viajeyfotos. El esgrima es un deporte que inicié hace tiempo, también fue un descubrimiento. Es más difícil de lo que parece y la fortaleza de piernas y esa destreza que debes tener para manejar la espada me demostraron que no estaba yo hecha para esto. La sonrisa es más que evidente marcada en tu protagonista. Los prejuicios y dejarnos llevar por la primera impresión, pecados capitales, diría yo. Un abrazo
ResponderEliminarHola Ulises, un gusto en leerte. Yo al menos hasta ahora no había leído nada de ti , ah y gracias por dejar tu comentario en viajeyfotos. El esgrima es un deporte que inicié hace tiempo, también fue un descubrimiento. Es más difícil de lo que parece y la fortaleza de piernas y esa destreza que debes tener para manejar la espada me demostraron que no estaba yo hecha para esto. La sonrisa es más que evidente marcada en tu protagonista. Los prejuicios y dejarnos llevar por la primera impresión, pecados capitales, diría yo. Un abrazo
ResponderEliminarAmigo Ulises. Todos pecamos de tener prejuicios, por mucho que luchemos contra ello. Tras ser consciente de ello, nuestro protagonista decidió comportarse con deportividad y eso, sin duda alguna, nos hace mejores hombres, hasta hacernos sonreír.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Hola, un relato aleccionador, donde el protagonista sabiamente aprende de sus errores y sabe que a veces, perdiendo se gana. Muy reflexivo relato. Éxitos y bendiciones!
ResponderEliminarHola Ulises
ResponderEliminarUn relato agradable y que engancha al lector.Yo habría dejado ganar limpiamente al contrincante, la lección de humildad habría sido mayor. Enhorabuena y saludos
Hola, Ulises.
ResponderEliminarUn relato que nos deja a todos reflexionando y en cierta manera comprendiendo la decisión final del protagonista. Los perjuicios y las primeras impresiones a veces no pueden controlarse, es un error que tenemos que aprender, ya que nadie es más que otro, todo lo contrario.
Muy bueno.
Un abrazo.
Eso sí es madurar, Ulises. Ser capaz de dejarse ganar y dejar prejuicios de lado son logros que bien merecen esa sonrisa. Me gustó mucho.
ResponderEliminarUn abrazo
ResponderEliminarQue lindo relato, me gusta mucho esa lección de esgrima que recibió, no es una buena jugada desestimar al contrincante por prejuicios.
Saludo!
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Es un placer contar con unas valoraciones tan constructivas en todos los sentidos. Creo que siempre es bueno apoyarse en las opiniones de los demás para seguir creciendo, y de esta manera entender que aún queda mucho por mejorar.
ResponderEliminarEspero continuar contando con vuestros puntos de vista en este blog. Hasta el próximo reto :)
Uyyyy, los prejuicios! Te has metido con un tema cuando menos escabroso para muchos, aún así es muy loable tu micro donde se rescata una profunda reflexión para no menospreciar a nadie. Me ha gustado mucho. Un saludo.
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