Los androides estaban cerca. En la lejanía, se escuchaban las bombas del Ejército de Hierro caer sobre el pueblo de Humer, que estaba a unos treinta kilómetros al este. La radio rural, dirigida por el alcalde Gruber, había informado a las ocho de la mañana del arrollador ataque que se estaba llevando acabo. "Aquel pueblo, que un día fue testigo de la belleza natural y humana, era demasiado frágil", anunciaba con voz castrense, "pronto llegará el momento de este glorioso y más preparado lugar para luchar". De esta manera, había cortado la comunicación y, estando aún Alexander Oswald en la cama, supusieron aquellas palabras el motivo de su pronto despertar. Se desperezó y miró por la ventana hacia los cultivos sin fin, marchitos y cubiertos por una capa blanca de nieve. Su casa era la primera del pueblo de Höld, la más cercana al frente de batalla y, en otros tiempos, privilegiada por gozar de unas vistas hermosas a los maizales. "Ya no queda nada", murmuró con la mirada perdida en el horizonte.
ㅡ¿Decía algo, señor? ㅡpreguntó Knecht, parando sus cuatro ruedas bajo el umbral de la puerta.
Alexander lo miró inexpresivo.
ㅡNo, no ㅡañadió ㅡTranquilo ¿Queda café?
A Knecht le parpadearon las tres luces que tenía en la cabeza, indicando que estaba buscando la información en su unidad de almacenamiento. Era un robot de compañía viejo, de segunda generación, que le había comprado Matilde, su mujer, veinte años atrás. Desde entonces, no había pensado en comprarse otro. Los odiaba a todos. Y, si había permitido que Knecht estuviera en su casa, era porque su mujer se lo había pedido, por no parecer demasiado anticuados ante los vecinos.
Las luces antes amarillentas se tornaron verdes.
ㅡSí, señor ¿Se lo preparo?
ㅡHazme el favor
La puerta se cerró, y dos segundos más tarde se escuchó como aquel conjunto de metal bajaba torpemente las escaleras. Alexander, que dormía siempre en tirantes, incluso cuando dos años atrás se alcanzaron los menos veinte grados centígrados, se abrigó con la cazadora que colgaba del perchero junto a los pies de la cama. Como solía hacer al levantarse, fue al cuarto de Matilde, que estaba junto al suyo, a ver qué tal estaba.
Abrió la puerta despacio, para no hacer ruido, y la vio acostada mientras leía un libro viejo.
ㅡ¿Sabes? ㅡdijo de pronto, sin mirarlo a los ojos ㅡCada día me gusta menos ese trasto robótico...
Alexander se rió.
ㅡOjalá hubieras pensado lo mismo cuando lo compraste
Al terminar la frase, despegó los ojos de las letras y lo miró con sus ojos de enferma. Tenía la cara pálida y, pese a que el dolor la había consumido durante seis agonizantes meses, aún conservaba la encantadora sonrisa de la que se había enamorador cuando eran adolescentes.
ㅡDime la verdad ㅡle pidió, cambiando su expresión a una más seria ㅡ ¿Vamos a morir pronto, verdad?
Una bomba estalló de repente en la lejanía.
No supo que decir. Se le formó un nudo en el estómago que lo obligó a quedarse quieto, como una estatua, mientras la observaba indefensa, incapaz de hacer nada por ella misma. Unos meses atrás, y desde el día en el que la había conocido, había sido una mujer alegre y llena de vitalidad. Le encantaba correr entre los gigantescos maizales, perseguida por Tobby, un beagle verde, que cuando la alcanzaba giraba sobre sí mismo de la alegría. Una lágrima le corrió por la mejilla.
"Realmente, ¿no volvería a vivir aquellos días tan felices?"
Knecht interrumpió la conversación, deteniéndose en el pasillo, al borde del último escalón.
ㅡSu desayuno ya está listo, señor
ㅡ¿Y el de Matilde?
ㅡSe lo preparé a las seis de la mañana, señor: un zumo de naranja con dos tostadas ㅡdetalló
ㅡGracias, Knecht
El androide se dispuso a bajar al primer piso, haciendo girar sus ruedas, cuando pareció recordar una última cosa:
ㅡ¡Ah! ¡Se me olvidaba! ㅡse lamentó, como si hubiera fallado en una cuestión de vida o muerte ㅡYa no quedan naranjas en el pueblo ¿Cómo le haré mañana el desayuno a la señora Matilde?
El androide pestañeó un par de veces, haciendo sonar los motores de sus ojos.
ㅡEso ya no va a ser falta ㅡsentenció ㅡPrepara la carpa en la parte de atrás
ㅡ¿La carpa de los domingos? ㅡpreguntó Knecht, desconcertado
ㅡEsa misma. Y despliega la mesa y las sillas en su interior
Matilde lo miraba con curiosidad
ㅡPero hoy es miércoles, señor Oswald
ㅡObedece, Knecht ㅡle ordenó, mientras su tono de voz se volvía colérico ㅡHoy no es miércoles ni domingo. Tampoco es un día cualquiera. Es el día de la maldita invasión ¡De la invasión androide!
Y, con aquellas palabras, bajó a desayunar, antes de encenderse un cigarrillo y fumárselo en el jardín trasero, donde Knecht montaba la caseta, mientras robots con forma de araña, controlados por androides, avanzaban hacia el pueblo de Höld.
A las doce, los maizales más alejados comenzaron a arder. Los pasos de los robots araña se escuchaban, cuando Matilde, Knecht y Alexander estaban bajo la carpa, jugando a las cartas. Ambos se miraban felices, comentando vivencias del pasado. Knecht no entendía por qué no huían.
ㅡ¿Sabes qué, Matilde? ㅡañadió ㅡ Nunca antes sentir y recordar tu amor me había gustado tanto
La besó y, entonces, una estruendosa bomba arrasó la primera casa del Höld...
Muchas gracias, Ulises, por participar en la 34ª edición del concurso de relatos de El Tintero de oro, homenaje a Philip K. Dick.
ResponderEliminar¡Un abrazo y mucha suerte!
Precioso y conmovedor. Finalmente siempre se trata de morir de amor. Es la muerte más digna. Suerte y un abrazo
ResponderEliminarParece que esos invasores no conocían Las leyes robóticas de Asimov. Especialmente la primera, de no dañar a los humanos.
ResponderEliminarBien planteado el clima hasta ese final.
Saludos.
Muy bonito; además en pocas líneas describes toda una película!
ResponderEliminarEs la primera vez que te leo y me ha gustado mucho.
Un abrazo y suerte!
Hola, Ulises. Un relato muy visual que va cambiando el tono conforme avanza hasta llegar a ese final tan conmovedor. Me ha parecido precioso. Mucha suerte.
ResponderEliminarPues sí, me has trasladado de repente a la triste guerra de Ucrania, a todas las guerras que comienzan unos pocos en las que mucho futuro queda arrasado por las armas y las bombas.
ResponderEliminarUn relato tristísimo por ver como la felicidad de esa pareja ya no será factible.
Buena narración.
Abrazo.
no me gustó el principio porque presgiaba algo intensamente bélico, pero a partir de que aparece alexander, la cosa cambia radicalmnete. Transmites maravillosamente la tranquilidad del deber cumplido, de saberse proximo al final sin tener nada que hacer, sin necesidad de salvarse, quizas cansado, esperando ver morir a su amor. mejor así. un rato de felicidad sencilla, sin apenas percibir el final, mas que por el ruido
ResponderEliminarme ha gustado mucho
abrazoo
Bonito relato el tuyo, en el que describiendo un escenario apocalíptico consigues transmitir ternura y paz! Me ha gustado mucho! Un abrazo y suerte!
ResponderEliminarSean androides, humanos o robots, qué triste es la guerra y la destrucción que deja a su paso.
ResponderEliminarPor lo menos les quedaba el amor al final, muy buen relato, para pensar.
Saludos, PATRICIA F.
¡Precioso y conmovedor relato, Ulises! Dentro del horror de la guerra, se abre paso el amor que puede derrotar a todo lo demás, con esa aceptación de Alexander, que sabe que el final está cercano y no lucha ni se desespera. Sólo disfruta de un último instante de felicidad con su amada. ¡Suerte en el reto! Saludos.
ResponderEliminarUna historia muy buena, Ulises. Bien ambientada y narrada.
ResponderEliminarSuerte en el concurso.
Un saludo.
¡He ahí la diferencia entre androides y humanos. ¿Cómo va a entender Knecht la decisión última de Alexander? Un acto humano y decisivo, y hasta romántico, un romanticismo definitivo y triste.
ResponderEliminarUn saludo, Ulises, de tu paisana.
Hola Ulises: Me ha gustado un monton tu relato, un final impactante pero lleno de sentido. Un abrazo.
ResponderEliminarSaludos, Ulises. Que buen relato, deja poso. Gracias por tu trabajo, y por compartirlo.
ResponderEliminarHola Ulises, tu historia representa lo que nunca podrán conseguir los androides esa improvisación para cambiar el sentido de la existencia desde el cariño que se tienen dos personas. Un abrazo
ResponderEliminarMuy buen relato, Ulises, transmites muy bien la evolución del protagonista, sus emociones y desesperanza. Los personajes sobreviven en dicha casa que parece flotar cual titanic en los maizales asolados esperando la embestida de la horda de robots. El emotivo final nos ata a la desvalida enferma terminal con el compañero que en ningún momento se plantea sobrevivir a su amor. El robot cumple a la perfección con su labor en la casa y en el relato, fiel a su programación. Muy bien narrado. Me ha gustado.
ResponderEliminarSuerte en el Tintero, un abrazo.
Hola Ulises. La toma del control de la humanidad por parte de inteligencias artificiales es un clásico en la literatura y el cine de ciencia ficción. Tú le has dado un poso sosegado, narrando no el conflicto en sí sino las últimas horas de dos humanos resignados a su destino, cansados de luchar y de escapar, que intuyen su inminente muerte en compañía de un androide al que curiosamente humanizan en el trato, llegando incluso a darle las gracias, a pesar de estar más cerca del enemigo que de ellos mismos. El final pone un punto de romanticismo para una historia triste. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Ulises. Una historia conmovedora. Las guerras no las entiende nadie ni siquiera los androides. He sentido tristeza por Matilde. Me ha gustado mucho leerte. Saludos y suerte
ResponderEliminarMe encantó. Un relato muy emotivo que logra trasmitirte la impotencia de los personajes ante un final inevitable.
ResponderEliminarP.D: mientras leía se me vino a la mente "As The World Caves In" de Matt Maltese. Una canción que creo que va como anillo al dedo con el contexto de tu relato.
Suerte en el concurso.
Un saludo.
Hola Ulises, me ha encantado tu relato, lo tiene todo: desde el principio engancha, después en breves líneas conocemos a los personajes y logras que los visualizamos muy bien. La historia es dramática y el final buenísimo. Un contraste entre la fiereza de los androides y el actuar humano. La nota intermedia la da el robot doméstico que se mantiene fiel a sus amos humanos. De verdad una delicia de relato. Saludos y suerte.
ResponderEliminarHola, Ulises!! has escrito esta historia con un ritmo tan trepidante que me ha atrapado desde el principio hasta el final. También has manejado muy bien la tensión a lo largo de todo el relato. Además los tres personajes: Alexander, Matilde y Knecht, están muy bien construidos, cada uno con sus características en medio de una guerra en la que ellos serán las primeras víctimas. Enhorabuena, suerte en el tintero y un abrazo!!
ResponderEliminarHola, Ulises:
ResponderEliminarSólo el amor nos salvará de nuestra autodestrucción; quizá ese beso sea mejor protección que una pared de ladrillos.
Un abrazo, Ulises.
Estupendo relato, Ulises, emociona. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarInvasiones. Las de robots son las mas crueles, porque matan sin sentir emocion alguna. Es como usar una podadora de cesped, esta no piensa si hace mal o bien al cortar un prado....
ResponderEliminarsimplemente aplica eficiencia.
Lo cual es terrorifico
La Primera casa de Höld... ¿Sabes, Ulises, que me encanta el título de tu relato? Me evoca la fragilidad de la vida, lo provisional que es en el fondo todo lo que nos rodea. Pero por eso precisamente son tan especiales, tan hermosos los momentos que disfrutamos junto a nuestros seres queridos: ese paseo entre los maizales, el jugar a las cartas, etc. Enhorabuena por el relato, me ha gustado mucho. ¡Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarHola, Ulises. La rebelión de los androides es un plan muy inquietante. Me ha gustado cómo se lo han tomado Alexander y Matilde, con resignación, pero sin perder la compostura. Un relato fatalista, como parece que es ese futuro. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarHola. Excelente relato en el que, lamentablemente, vemos como la estupidez de la guerra parece seguir a la humanidad independientemente de la sociedad que construya... me ha gustado mucho tu historia, Saludos
ResponderEliminarBajo las bombas y en un ambiente desolador, como el futuro que les espera, el amor sirve de arma de resistencia para esa pareja de humanos. Morir con las botas puestas y con el corazón rebosando amor, eso es una bella forma de morir.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho ese toque romántico que le has dado a un escenario tan dramático.
Un saludo.
Hola Ulises un triste final, pero con una conmovedora historia entretejida en donde la ambición y el dominio territorial es un sin fin de nunca acabar, donde un plan de conquista nunca acaba, pero que ante lo inevitable es mejor morir por amor ❤️ Abrazos virtuales desde Puerto La Cruz Anzoátegui Venezuela
ResponderEliminar¡Hola Ulises! Un relato conmovedor con un triste final. Me ha gustado mucho que dentro de este escenario apocalíptico estos dos humanos hayan encontrado la manera de seguir manteniendo vivo el amor y de elegir la manera de pasar sus últimas horas. Un saludo.
ResponderEliminarHola, Ulises. Muy buena la historia. Me ha gustado mucho. Al final , el ser humano cuando mejor se comporta es ante la adversidad mas grande, desgraciadamente todo sea dicho.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Saludos.
Hola, Ulises. Un relato terrible y estremecedor, más real de lo que pudiera parecer pues no es fácil sustituir al ejército androide por uno humano a la sombra de cualquier bandera.
ResponderEliminarUn muy buen trabajo. Felicidades.
Hola, Ulises. Una historia muy humana en medio de un ataque sin sentimientos. Muy buena. Un abrazo
ResponderEliminarYa lo dijeron los Beatles, entre otros: 🎵All you need is love...🎵
ResponderEliminarY a esta conmovedora pareja no le queda otra cosa. La batalla de esos arácnidos robóticos me ha traído a la memoria a los de 'La guerra de los mundos' y me ha dado un miedo atroz. La reacción de tus protagonistas ha sido heróica. Me has conmovido.
Suerte en el reto!!
Buenos días, Ulises.
ResponderEliminarUn terrorífico y apocalíptico relato. Teniendo en cuenta como se resuelven en este planeta las disputas, parece profético. Esperemos que cuando los androides adquieran condiciones "humanas" sean más empáticos, comprensibles y pacíficos que nosotros. Porque, además, siempre tendremos las de perder.
Que San John Connor nos coja confesaos. 😅😂
Muy buen relato. Felicidades.
Un Abrazo.
Hola, Ulises. Una historia apocalíptica con un punto final romántico. Sin emociones y sentimientos la existencia es eso algo únicamente mecánico.
ResponderEliminarSaludos y suerte. 🎄🎅🖐️
Una historia muy triste y a la vez muy tierna, donde nos cuentas la vida de esos dos ancianos que tienen como compañero a un androide.
ResponderEliminarMe gustó como desarrollaste toda la trama
Un abrazo Ulises y suerte en el concurso.
Puri
Me ha encantado el relato, Ulises. Destila humanidad por todos sus párrafos.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Felicidades Ulises por tu octavo puesto en el Tintero. Un abrazo y feliz 2023!
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