Yo vi esa sonrisa. La miré embobado, mientras la sentía como mil caricias. Era única. Entonces, solo era mía. Y si. Puede sonar egoísta, algo propio de alguien narcisista, pero amaba que fuera exclusiva. Amaba que solo despertara cuando sus ojos me miraban. Amaba su peculiar hoyuelo, y los mofletes besarlos cada día. Su olor era lo que me conquistaba. Pues, al despertar cada mañana, era lo primero que percibía. Antes de abrirlos ya sabía que estabas al lado mía. Sabía que te encontraría. Y con una sonrisa te miraba, aunque estuvieras dormida. Un día, junto a mí ya no te levantabas. Te perdí, como quien deja atrás una avenida, una estación, una vida... Te marchaste lentamente, dando diminutos pasos como de hormiga. Al principio, yo ni lo sabía. Quizás, no quisiese aceptar que te ibas. Pues, durante semanas, trataba de convencerme cada día de que me querías ¿Acaso eso lo había dudado algún día? ¿Acaso me había permitido la locura de ponerte en duda mientras mi corazón latía? Jamás. Ni si quiera me lo replantearía. Pero ahora... ¡Ay que haría yo si no te mirara con otros ojos, otra nariz, otra sonrisa...! Y es que si siguiera siendo el de ayer, sin tu olor, tu mirada ni tus caricias mi vida ya no valdría.
Pensé bajo aquella sombrilla que quizás era una bobería. El bullicio de la gente a mi alrededor había acabado por convertirse en un silencio del todo agradable. Únicamente se escuchaban las hojas movidas por el viento, y algún que otro pájaro de vez en cuando. En ese momento, pensaba en la ridiculez de mis pensamientos. Todas la personas que caminaban a mi alrededor eran momentáneas, al igual que mis intenciones por entablar una conversación con una chica que tenía a mi vera. Al día siguiente, seguramente, no la volvería a ver. El camarero llegó a mi mesa sudoroso. Se debía de haber pasado la mañana trabajando, pensé. Pedí la comida, unos espaguetis a la boloñesa, y volví a mirar a aquella chica. Era realmente guapa. Me pareció que hablaba en alemán, como muchas de la personas de aquel restaurante, y me fije en su melódica pronunciación. Sus amigas, sentadas frente a ella, la miraban con entusiasmo. Hablaban de lo que parecía ser una situación graciosa, por lo que me dejaba en
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