Ir al contenido principal

La Periferia Jedi

 

Con la ayuda de Storynator, una página creadora de argumentos, hemos escrito una historia de 250 palabras (aprox.) para participar en el reto mensual de El Tintero de Oro. Este sitio tiene como objetivo que los escritores den rienda suelta a la creatividad, partiendo de ideas generadas aleatoriamente. Sin embargo, no hemos utilizado todo lo que nos proponían, y tan sólo aprovechamos a uno de los personajes, el cual nos resultó interesante para dar lugar a un relato de ciencia ficción, que esperamos que les guste (ver texto subrayado abajo). ¡Bienvenidos a BooktoLand!

  "Una conversa a la religión Jedi que acoge a todo animal abandonado que se encuentra y la hija de una ministra con aspiraciones elitistas, se encontrarán en un retiro para escritores, sin embargo una asociación de enfermos por negligencias médicas lo cambiará todo, donde la simplicidad y las protestas sociales estarán presentes en una historia con varios narradores."

 Pd: Les dejamos el argumento por si les sirve para crear cualquier historia.


Desde hacía una semana, sólo se respiraba aroma a fiesta en la ciudad. Toda la sociedad había acudido a los festejos fundacionales de la capital, dejando atrás sus pueblos, barrios y calles para aventurarse en días de alegría y diversión. La música no dejaba de sonar, y los fuegos artificiales se adueñaban del cielo en constantes intentos por hacer de un aniversario un evento grandioso. Aunque para los jediistas, de ser fieles a sus creencias, aquellos días eran sinónimo de ofrenda. Su trabajo no había hecho más que comenzar. La Fuerza, que representaba todo aquello por lo que vivían, les mandaba a buscar. Su misión era salir de sus hogares, clandestinamente, aprovechando la salida de los habitantes de la periferia al centro de la ciudad, y recoger a los animales que sus dioses les mandaban. Aparentemente, parecerían simples mascotas abandonadas, pero los jediistas sabían que su presencia tenía un significado divino. Según el libro sagrado Jedi, el Jedilia, eran dejados por la Fuerza en la Tierra para que los guiaran a ellos, y a los humanos afiliados a la causa, en el campo de batalla.

Dahlia era una simple ganadera, amante de su trabajo y del Jediismo, que salía en busca de las mascotas Jedi junto con los jediistas de su pueblo. Los perros eran los animales preferidos de La Fuerza y, cuando se topaban con alguno, se lo entregaban a los Jedi, que se hallaban escondidos en las montañas. Ellos los acogían y los enviaban a los confines del espacio, a cualquier batalla en la que se los necesitara, pues ellos eran los únicos que podían salvar el universo. Su sexto sentido era vital en la Galaxia... Sin ellos, la paz no tendría lugar...


Comentarios

  1. ¡Hola, Ulises! ¡Qué bueno que el reto nos haya traído algo del universo de Star Wars! En tu micro has expandido esa cosmología Jedi al mundo animal, anunciando no solo su papel como portadores de ese poder, sino anunciando toda una guerra de las galaxias que bien puede ser la semilla de otras historias. Al leerlo, no he podido evitar ver correr las líneas en una pantalla como las míticas intros de las películas de la saga. ¡Estupendo micro! Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Buenos días canarión.
    Ya veo que te ha tocado en suerte una historia que has sabido desarrollar con ingenio.
    De la religión o filosofía Jedi, sé muy poco… he tenido que ir a informarme para la mejor comprensión de tu relato. Ya veo que LA FUERZA y LA GUERRA DE LAS GALAXIA fue tu fuente de inspiración.
    Un cordial saludo, Ulises.




    ResponderEliminar
  3. Hola, Ulises. Veo que la Fuerza te ha acompañado al escribir este micro tan lleno de imaginación al unir los universos de La Guerra de las Galaxias y el animal, más concretamente el canino, con éxito. Te felicito.
    Un fuerte abrazo virtual, de momento el único libre de riesgos.

    ResponderEliminar
  4. Veo Ulises que has sacado adelante el reto con mucha solvencia. Cuanto más leo las propuestas que el generador de argumentos nos lanza, más difícil se me hace pensar que se puede hilar una historia con tan pocas palabras,... pero finalmente ahí está,... como si la fuerza nos acompañase jajaja.
    Te felicito.

    ResponderEliminar
  5. Hola, Ulises. Muy ingenioso y muy adecuado a la historia propuesta. Un relato genial. Reto superado!

    ResponderEliminar
  6. Hola, Ulises. Es la primera vez que te leo. Un muy buen trabajo con las consignas cumplidas.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Me has abierto los ojos a una posible religión, donde las mascotas tienen un papel relevante. Que la fuerza te acompañe Ulises.

    ResponderEliminar
  8. Hola Ulises, una propuesta muy imaginativa que alberga en 250 palabras todo un universo de ciencia ficción. Muy bueno!
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  9. Con suerte ¡ojalá George Lucas o alguien de su equipo, pueda leer tu entrañable historia! que no estaría nada mal.
    No te ha faltado imaginación, de modo que aplaudo tu idea, especialmente por el mensaje: esos animales abandonados, pero que los jediistas conocían su significado divino como salvadores del universo.

    ¡Que la Fuerza te acompañe, Ulises!

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Hola,
    Ay me encanta este relato, me parece de lo más ingenioso. Mira que mezclar el mundo de Star Wars con el rescate de esas mascotas abandonadas. Te quedo genial!
    Saludo

    ResponderEliminar
  11. Una historia que queda abierta y da muchas posibilidades. La idea de emplear animales para la misión Jedi es novedosa.
    Buen relato y bien urdido.

    ResponderEliminar
  12. Que la fuerza te acompañe, amigo. Los animales son una fuente de inspiración. Sin ellos no seríamos nada o, en todo caso, menos humanos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  13. Hola Ulises, los Jedi nunca pasarán desapercibidos se ninguna historia. Vaya imaginación, combinar religión con fuerza y animales. Yo también creo en el poder de los perros, porque paz te dan a montones.
    Me gustó mucho,
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  14. Hola Ulises
    Un alarde de imaginación. Un guion digno de un capítulo de la guerra de las galaxias, sin duda.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  15. Buena inspiración la que te hizo llegar «Storynator», servidor de La fuerza en este caso. Es una agradable propuesta.

    ResponderEliminar
  16. Vaya Ulises. No creo que tu relato pueda considerarse "canon" dentro del universo de Star Wars (más si cabe con lo revueltos que están una parte de sus fans, no muy satisfechos con las últimas películas) pero te ha salido un relato redondo. Podría ser la base de una buena novela de ciencia ficción.
    Un saludo compañero. El generador no te lo ha puesto nada fácil.

    ResponderEliminar
  17. Hola Ulises!

    Aunque poco he visto de" La Guerra de las Galaxias", el Jedi es mi favorito, incluso le puse ese nombre a una perrita que tuve y ya murió, así que tengo dos afinidades con tu micro, el cual me ha parecido muy ingenioso, ojalá y tuvieras razón y esos animales abandonados sean los salvadores del mundo, ofreciendo su sufrimiento a cambio de paz.

    Un gusto leerte.

    ResponderEliminar
  18. Hola Ulises si que le echaste imaginación a tu texto partiendo del generador de argumentos, los jediistas y los animales abandonados juntos salvando al universo es una conjunción muy original.
    Conseguiste ensamblar todos los protagonistas de una forma entendible y eso tiene mérito pues la cosa era complicada.
    Un saludo
    Puri

    ResponderEliminar
  19. Hola Ulises. Realmente hermoso tu micro. Me ha gustado mucho la relación entre los animales y los jediístas. Enhorabuena! Saludos!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Disculpa de Sara Calloway

 Sara Calloway murió el cinco de enero del año dos mil ochenta y siete, entre remordimientos y penas. Tenía ochenta y cuatro años cuando abrió por última vez los ojos de aquel cuerpo repleto de arrugas, ojeras y marcas de una vida cargada de dificultades. El día de su fallecimiento, sus cuatro hijos lloraron desconsolados su muerte frente a la cama del hospital, pensando más en los momentos que no tuvieron junto a su madre que en los pocos recuerdos felices que disfrutaron a su lado. «Que dura ha sido la vida», repetía Margarita, la cuarta de ellos, apesadumbrada. Estaba empapada en sudor y las lágrimas no se distinguían de los goterones que emanaban de su frente. Aquellas palabras cargaban mucho dolor, pero también desesperación y rabia. En un último intento, trataba de hacérselas llegar a su madre, rindiéndose ante el reloj, el cual mantuvo su orgullo tan alto que le impidió sincerarse alguna vez sobre la crudeza de su vida. Cuando minutos más tarde se llevaron a su madre y sus herma

La Comunidad de la Música

 Ahí estaba otra vez. Rosa había vuelto y, de entre el murmullo de decenas de instrumentos que se oían a través del patio interior, el violín había adquirido todo el protagonismo. Hugo la oía desde el piso de abajo. La facilidad que tenía para transmitir al acariciar las cuerdas con la vara lo mantenía atónito. Su control era absoluto. No había imperfecciones. Desde el techo, resonaba una melodía llena de pasión, con partes más calmas que hacían temer el final de la música, y otras repletas de vida, las cuales hacían que el pulso se acelerara y una alegría desmesurada se hiciera con el alma. Todo vibraba. Especialmente, el corazón de Hugo. Y, tal era su excitación interior que comenzó a tocar. Dio un salto desde el sillón y se sentó frente al piano. Sus dedos bailaron solos. Al principio, piano y violín estaban completamente desconectados el uno del otro. Pero la atención de Rosa no tardó en ser atraída por el sonido de las cuerdas del piano que, por unos segundos, sonó en solitario. S

La belleza que permanece...

 Moses estaba sentado en la sala de espera del hospital. Los sillones de cuero rojo y las dos neveras que ocupaban el lugar estaban iluminados, exclusivamente, por las luces frías del techo. A través de las ventanas reinaba la oscuridad. El cielo se veía tan negro como Moses pensaba en ese momento su futuro. Nunca se había planteado un mañana sin su abuela. A decir verdad, ni siquiera se había imaginado viviendo durante demasiado tiempo alejado de ella. Una lágrima le corrió por la mejilla.  «Deja de pensar», se reprendió mientras sentía cómo su corazón se desmigajaba.  Entonces, una enfermera con cara de haber trabajado más horas de las que debería, se acercó a él. Se sentó a su lado y se quitó la cofia.  — ¿Sabes una cosa? -añadió con la determinación de quien había vivido la misma catástrofe mil veces y, pese a todo, aún le quedaba la ternura del alma  — Cada semana veo a gente morir. Algunas, soy testigo del final de la vida cada día. Pero, desde hace unos años, no pienso en toda l

La Raza de Oro

 De la tierra brotó un hombre. Aparecían cada cierto tiempo alrededor de la aldea, repleta de cabañas de bambú. Nadie había visto las semillas de la creación. Tampoco les importaba. Le llamaron Zeus. Entre el gentío que se reunió, curioso al verlo llegar de entre la vegetación, alguien mencionó el nombre. Nadie lo había escuchado antes. Tampoco les importaba de dónde había surgido. Festejaron durante el día y la noche. Bailaron al son de las palmas en el centro de la aldea,  reservado para los eventos sociales, y bebieron la bebida sagrada que les dejaban los dioses en el único pozo que había. El cuerpo no les pedía descanso. Sólo cuando cantaron todas las canciones y completaron todos los pasos de baile, se fueron a dormir. No por necesidad ni aburrimiento. Era como un acto reflejo. Nadie se había detenido a pensar mucho en ello. Tampoco les importaba. Eran felices. Aunque ni siquiera se molestaban en reparar en las razones de su felicidad. Era algo intrínseco a su naturaleza.  Cuando