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Mostrando entradas de 2021

Charles Dickens y la Literatura Victoriana

 ¡Bienvenidos a BookToLand! En la entrada de hoy tenemos a un invitado especial, de esos a los que al nombrarlos tiembla todo a nuestro alrededor, como si la Tierra se admirase al recordar viejos conocidos que le brindaron tan buenos momentos. Por ello, les invito a leer este breve artículo sobre la literatura victoriana, su historia y la vida del escritor inglés Charles John Huffam Dickens. Charles Dickens Charles Dickens fue un escritor británico, nacido el 7 de febrero de 1812 y fallecido el 9 de junio de 1870. Su infancia estuvo marcada por la entrada en prisión de su padre en 1923, a causa de una denuncia por impago de deudas, así como por el hecho de que el resto de su familia se fuese a vivir con él a la cárcel. A la edad de doce años, entra a trabajar en una fábrica de betún y ayuda económicamente a sus padres, al mismo tiempo que debe de pagar su hospedaje en la casa de unos amigos de la familia. Sus primeros años, como vemos, no fueron los más adecuados para un niño, el cual

El Fantasma de Elon Trust

El profesor Shang tenía un don innato para el encanto. En el colegio donde trabajaba lo sabían muy bien. Su carisma activaba hasta al más adormilado de los estudiantes, y sus esfuerzos por hacer que los alumnos aprendieran le habían convertido en el destinatario de cientos de felicitaciones de los padres.  La comunidad educativa entera estaba encantada con un profesor. Toda una novedad. Cuando llegó de China, a nadie se le hubiera pasado por la cabeza que aquel hombre pudiera permanecer en el colegio dos décadas y convertirse en su maestro estrella. Básicamente, porque los profesores de intercambio estaban obligados a regresar a sus países. Pero Shang había movido tierra, mar y aire para ser una excepción. Aunque, al principio, eso había dado demasiado de qué hablar. Quizás, hasta un punto que alcanzó lo enfermizo. O no… Durante meses había circulado un rumor. Cuando los padres se enteraron de que Shang no iba a regresar a su país, algunos se escandalizaron. ¿Quién era el profesor Shan

La Anciana de la Charcutería

No había nadie más en el pasillo. Una inocente anciana en apuros y, junto a los embutidos, a par de metros de distancia, un hombre lo suficientemente educado para ayudar a quién lo necesitara, eran los únicos clientes allí. La anciana, pequeña para las estanterías tan altas del supermercado, no podía alcanzar una de las bolsas de panes de un estante. Sin suerte, trataba  de estirar su brazo desesperadamente, tentando a los estrepitosos desenlaces. El hombre, que la miraba de reojo vaticinando el caótico final, no aguantó tanto suspense, y se acercó a ayudarla. Estaba haciendo lo correcto, pensó. El karma se lo pagaría. Cuando dio el primer paso, la anciana lo miró tal y como si lo hubiera estado esperando toda una vida. Le extrañó. Y esta dijo: —Gracias, hombre. Últimamente, falta gente así en el mundo. No lo iba a negar. Él compartía la misma idea.  Y, de pronto, cuando estiró la mano para agarrar la bolsa, sintió un terrible dolor a la altura del estómago. Bajó la vista, con los pane

La Gratificante Paradoja del Mar

一¿Qué le pasa? 一preguntó un señor que caminaba con su perro a un chico sentado en un banco 一Tiemblo 一contestó  一¿Por qué tiembla? El del banco lo miró confundido, apartando la vista del suelo durante un instante. 一Estoy nervioso 一¿Sabe? 一añadió sentándose al otro lado del asiento 一Mi padre me dijo una vez que los nervios solo sirven para destruirnos. Decía que nos impedían ser nosotros mismos. Él era muy sabio... 一No lo pongo en duda. 一¿Alguna vez ha visto el mar? 一Vivo a seiscientos kilómetros de él... Nunca he tenido la oportunidad 一Ya veo... 一murmuró pensante 一Por eso tiemblas... 一¿Por no ver el mar? El perro comenzó a ladrar a una ardilla que bajaba de un árbol a lo lejos, hasta que se perdió entre la vegetación corriendo con sus pequeñas patitas. 一No, porque el mar nunca te ha mirado. Nunca has podido experimentar el sentimiento de soledad tan profundo que te genera el océano y, al mismo tiempo, la sensación de pertenecer a algo lo suficientemente grande como para convencerte de q

El Pueblo Extraterrestre

El pueblo era un lugar silencioso. Siempre lo había sido desde que Arturo tenía conciencia. Había ido en dos ocasiones a la ciudad, cuando su madre debía poner en regla unos documentos, y no recordaba haber escuchado tanto ruido como aquel entonces. Desde ese día, aquella atmosfera misteriosa y acallada en la que vivía le habia comenzado a extrañar. Las casas del pueblo eran cuevas arregladas para su habitabilidad, convertidas en un símbolo turístico, y pintadas de blanco. Toda una ladera de la montaña estaba repleta de caminos rocosos con pendiente, flanqueados por pequeños huertos que servían de entrada a las viviendas. Una mañana, fría como de costumbre, tocó la campana de Bonilla para ir a comprar el pan. Siempre se acompañaban el uno al otro a la panadería, situada en el pico de la montaña: —¿Qué tal, Arturito? ¿Te enteraste de lo que pasó anoche? — le dijo, saliendo de su casa con la bolsa que le daba su madre para meter las barras. —¿Tuviste ya la cita con Laura? —trató de adivi

La Mansión Monror

Ricardo Silva a veces se lamentaba de su curiosidad. Sentado junto a Felipe en el salón del señor Monror, no podía dejar de preguntarse qué estaría sucediendo en el piso de arriba. Aparentemente Enric Monror no tenía hijos con su mujer, y les había dicho minutos atrás que estaban solos. "Mi esposa salió esta mañana a cazar. Llevo esperándoles todo el día", les había comentado al entrar en su casa. Como mandaba su educación, se disculpó por haber llegado tres horas después de lo acordado, y entonces Enric comenzó a contar la historia de su familia. Ricardo se preguntaba qué relación podría tener todo eso con la llamada que les había hecho, pero le dejó hablar hasta que no aguantó más: ㅡ¿Qué está sonando arriba? ㅡpreguntó Monror se calló y lo miró fijamente. La expresión de su cara era neutra. No mostraba enfado ni ningún otro tipo de sentimiento. Simplemente le mantenía la mirada. Luego, tras varios segundos que a Ricardo le parecieron años, Enric se limitó, sentado en su buta

JFK: El Disparo Fallido

La noticia había corrido como la pólvora. La Tercera Guerra Mundial había comenzado unas horas atrás. Kennedy encendió la televisión, sentándose a la mesa del despacho oval y se fumó un cigarrillo. En blanco y negro, un reportero comentaba desde California el impacto de bomba del que habían sido víctimas en la ciudad. Tras él, los edificios derrumbados hacían creer que el joven periodista se encontraba dentro de una película. Estaba histérico. Su mujer no tardó en aparecer a través de la puerta. ㅡ¿Qué te parece? ㅡle dijo. Sus ojos mostraban una mezcla de pena y consternación. Todo el país sabía que el único culpable de lo que estaba sucediendo era él. Hasta su mujer, aunque no se atreviera a decirlo, pensaba lo mismo. Era un asesino. ㅡMiedo  ㅡmurmuró   Una pelota se hacía cada vez más grande en su garganta. ㅡSiento que soy un loco que ha recuperado la cordura por unos instantes. Mi ira, aquel disparo fallido de Texas..., no pude aguantarlo. Sabía que Castro tenía algo que ver, la invas

El Regreso del Sol

El atardecer en el campo era lo mejor y lo peor de la jornada. Representaba lo hermoso para los ojos, que miraban al sol mientras desaparecía tras la pradera, y la desesperación del cuerpo que buscaba el calor que poco a poco se llevaba el frío. Mi familia apenas tenía dinero para alimentarse y la calefacción no era un lujo que nos pudiéramos permitir, así como los caros abrigos de invierno. La temperatura llegaba hasta los cero grados centígrados algunos días y, frente a mi necesidad por respirar aire fresco, vivía una indecisión diaria: ¿me congelaba de frío por salir afuera y ver el atardecer o me quedaba en mi cama a la espera de que mis ojos perdieran el interés en lo bello? ¿Me arriesgaba a enfermar, con las consecuencias que eso tendría, o disfrutaba el momento como si no hubiera un mañana? Cuando de pequeño el abuelo venía a casa, donde mamá siempre lo aguardaba con bizcochos y chocolate, nos solía contar multitud de historias sobre su vida. Nos hablaba de la guerra a la que tu

Querido Miguelín:

 La discusión estaba siendo atronadora. Desde los edificios contiguos al de Edna y Marc, no dejaban de escucharse todo tipo de palabrotas y objetos romperse. Incluso un anciano del quinto, vecino de los de toda la vida, ajeno hasta ese entonces a lo que sucedía más abajo de la tercera planta, dijo que había escuchado vacas mugir por unos instantes. Aunque de esto último no me fiaría mucho. La semana pasada lo vi entrando a un otorrino. El hecho de que el día de tal enfrentamiento fuera domingo, además, no ayudaba a disimular los gritos. En otras circunstancias, los gallos que de vez en cuando salían escopetados por las cuerdas vocales de estos dos chiflados se habrían disimulado con el estridente sonido de los vehículos y otros inventos humanos, tales como: los microondas, las batidoras, aspiradoras, televisiones... Pero, y debo resaltar esta palabra,( PERO... )   estos días todos sabemos que son especiales. Y no precisamente por ser el día del señor. No trates de decirme lo contrario.