Prosa Poética


 Prosa Poética

Como siempre serás...

Y dime cómo se vive entre la esperanza y la desilusión. Dime cómo espero la mañana, sabiendo que la noche es eterna. Cuéntame las veces que caíste y te levantaste siendo la misma persona que eras. Decúbreme el secreto. Sólo necesito eso. Aún cuando creas que todo me va bien y posea una enorme frontera con la tristeza. Aún cuando me veas reír y creas que no me invade la pena. Olvídate por un instante de quien era. Yo ya no me reconozco en tu mirada. No me veo en el reflejo de tu pupila, ni siquiera en el del espejo del alba. Pues el amanecer no existe en el baño ni en el salón ni en la cocina. Tampoco lo hace en la ciudad donde guardo tu memoria. Eso es lo que más me molesta: saber que, aunque los unicornios existan y el tiempo se detenga, tu nunca volverás a ser como siempre serás en mi cabeza.




Entre mareas

Entre mareas se mueve mi vida. Como un velero sin rumbo. Como una medusa sin destino. A veces, los vientos me llevan hacia islas eternas. De esas cuya belleza rozan lo paradisíaco, lo idílico. Otras, con el agua marcho lejos de la mar en calma, de su serenidad tranquilizadora y su poco ruido. Llego a bastas corrientes, con sus malos olores y sus sinsentidos. Sin embargo, siempre que me muevo logró pensar lo mismo. Como si el pensamiento me abordará o como si yo lo lo hubiera buscado siempre sin haberlo sabido. Y es en ese momento cuando, entre revelaciones erigidas, descubro la suerte de no saber hacía que dirección me dirijo.


Locos mendigos


Flechazos peligrosos. Incoherentes, fugaces, imaginativos. Al principio, no hay idea de sus costos. Sus origenes son desconocidos. Para nosotros, los vivos, son creadores de locos mendigos. Mendigos de motivos, de explicaciones y sinsentidos. Entre recuerdos, tratamos de entender sus recorridos. Pensamos que, quizás, eso nos lleve al inicio de sus trayectos, origenes remotos y dañinos. Las búsquedas se convertiran en imborrables desesperaciones sin éxitos. Sumarán desesperados coléricos que jamás verán cumplirse sus objetivos. Los momentos de búsqueda son los más jodidos. Ellos nos recordarán por siempre los costos de estar vivos. Nos recordarán la tragedia de los flechazos y sus heridos. Pues, al final de la partida, los enamorados ya no necesitaremos motivos. Y, el tiempo empleado en encontrarlos, lo recordaremos con tristeza como tiempos perdidos. En su lugar, pudimos habernos amado, besado y sentirnos. Ahora que voy a morir, cuando ya la flecha deje de dañarme, los sinsentidos los convertiré en besos; los recuerdos en paseos; el trayecto en una cosa inútil; y los peligrosos flechazos en los verdaderos motivos de los locos mendigos. Del verdadero y único motivo de este loco mendigo.






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