El Fin del Fin
El trono de madera reposaba en el mismo lugar de siempre, sobre la misma nube y tras la gran puerta. Dios se despertó cansado. Se levantó de la cama, se desperezó y andó con pequeños pasos hasta el trono. Los ángeles volaron toda la noche de un lado para otro, generando un ruido ensordecedor al agitar sus alas que no le había dejado dormir. Observándolos ya sentado, pensó que ese día podría enviarlos a casa. Cerraría los ojos plácidamente y recuperaría las horas de sueño. Aunque, reflexionó, no sería lo más sensato. Hacían una buena labor. Demasiada gente inocente sufriría las consecuencias. Debido a su agotamiento, ni siquiera se replanteó el motivo de tanta actividad nocturna. A veces ocurría, pero no era habitual. Mirando al cielo azul que dominaba las alturas, respiró hondo e hizo que en su mano derecha apareciera una taza de café y, en la izquierda, el periódico de todas las mañanas: “El Cielo”. En él leía las noticias más importantes del mundo. La mayoría sobre política, cat...